miércoles, 20 de enero de 2010

El entierro.

He seguido el acuerdo verbal entre Guardiola y Laporta por BarçaTV. No acostumbro a ver este canal, salvo algunos partidos de cadetes y/o juveniles, porque no me gusta que me manipulen. Y,a veces, he tenido la sensación en alguno de esos programas que emiten. Prefiero, pues, pasar.

Pero en esta ocasión quería ver la comparecencia pública de los protagonistas. Me importaba tanto -o más- ver sus caras, o sus expresiones, que lo que pudieran decir que casi con pelos y señales me lo había anticipado un amigo horas antes. Quería ver la escenificación. Sobre todo la de Laporta y la de Txiqui, porque Yuste no cuenta, pertenece al pelotón de los palmeros. Sabía que Guardiola iba a mostrarse tal y como es, y tal y cómo habían sucedido las cosas entre bastidores. Guardiola ha dicho lo que esperaba que dijera: que han llegado a un acuerdo, que han sido generosos con él (después de haber sido muy tacaños con él)pero que el acuerdo era vacío en su contenido. Que las condiciones las quería pactar con el nuevo presidente que eligieran los socios. Una actitud señorial. Como no era menos de esperar de un deportista de su categoría y de un asesor/representante como el que dispone (Orobitg) al que no le gustan las luces teatrales, por eso no está nunca en la foto.

Las caras de Laporta y de Txiki (éste medio de perfil, casi dando la espalda al protagonista)parecían las de un funeral. Un Laporta forzando la sonrisa de un acuerdo que no era cómo él hubiera deseado, y un Txiki con cara de despedida porque sabe que de no ganar los suyos (el cuatripartito Laporta/Godall/Sala Martin/Soriano, y Oliver con los cuatro) tiene las horas contadas en el club. Porque para hacer lo que hace él, Guardiola de sobra y se basta.

Hay pues un acuerdo verbal impuesto por el entrenador, que ayer cansado de tanta comedia, cogió el toro por los cuernos y exigió esta comparecencia para acabar con las presiones que han querido ejercer sobre él, sabiendo como sabe, que no había sido nunca el candidato de ninguno de ellos.

Por eso hemos asistido, en directo, más que a una celebración, casi a un entierro. Sólo faltaba que en vez de un falso abrazo se hubieran dado un sincero pésame de despedida.