miércoles, 14 de mayo de 2008

Palabra de Dios.

Laporta está cercado/acosado por sus propios desméritos. O si lo prefieren por su propio orgullo, por su propia vanidad, por su propia prepotencia. JL se ha creído infalible. Que sabía (de todo) más que nadie. Miraba/mira (aún le quedan tics) a todos por encima del hombro. Parecía que no había hombre más importante en el país. Él, pensaba/creía que no había nacido catalán más importante que él en todo un siglo. Ni Gamper, ni Maciá, ni Companys, ni Cambó, ni Gaudí, ni Casals, ni Miró, ni Dalí, ni Pla, ni nadie. En una palabra, Laporta estaba convencido que iba a pasar a la historia como el catalán más universal de todos. JL era, se creía, que era Dios.

Durante casi cinco años se ha pasado dando lecciones de todo. Era la imagen permanente del Telenotícies, e incluso del Telediario. Sólo importaba, sólo interesaba, lo que él hacía. Nadie sabía/sabe ni qué hacía ni porqué viajaba, pero era JL. No importaba lo que hiciese. Ni lo que dijese. Ni si era mentira o engaño (nunca verdad) lo que decía, lo que explicaba, lo que prometía. Era palabra de JL. Palabra de Dios.

Pobre de aquel inocente que le preguntara lo que no quería que le preguntaran. O que escribiera lo que no quería leer. Su pequeño ejército lo crucificaba/lo desprestigiaba/lo mataba. Ahí están todavía las hemerotecas, las fonotecas, las videotecas como testimonios de lo que ha llegado a ser JL y de cómo se ha tratado a los que débilmente, desde casi la clandestinidad, se les ocurría algo que pudiera molestar/ofender al gran Dios del barcelonismo.

Ahora, supongo, está en horas bajas. De momento, es menos Dios. Está luchando por quedar como Apóstol. Pero tampoco lo conseguirá. Toda su estrategia de ahora (si es que tiene) es cómo ganar estos días, es qué decir, es cómo pegar algunos golpes de efectos. Sus golpes ya los conocemos: seguir arruinando las arcas del club para presentar a uno, dos, tres, cuatro, cinco fichajes. Tantos fichajes como golpes de efecto precise. Al precio que sea. Si no hay dinero, no importa. El que dice ser mago de los números, Soriano (cada vez menos mago), y el "chaquetas" (XSM) ya dirán que hay dinero donde no lo hay, y ya procuraran presentar a la Asamblea una serie de números que cuadren, aunque no cuadren, para encima vender superávit. Porque de ingresos, lo que se dice ingresos, quiero ver lo que entra en caja. No lo que dicen, que es muy distinto.

Mientras, en estos días de transición en que todos los que dicen que mandan están escondidos, muy escondidos, requeteescondidos, porque no hay medalla que colgarse, están debatiendo qué fichaje sería el mejor paraguas de ahora. Es decir, el Thierry Henry de hace un año, menos viejo, menos cascado, pero no más barato. Nombres se dan cada día uno. Mientras salen nombres de fichajes, no sale JL, que es lo que interesa a él y a sus protectores.

Este ex-dios de ir por casa, está maquinando además de golpes de efecto, alguna maldad. Con un voto de censura por en medio (triunfe o no) tiene que tramar algo para salir airoso. Para JL seguir en el Barça es vital. Es su medio de vida. Es su escaparate público. Es su escenario. Es como si fuera una vedette, y las vedettes necesitan de los focos y de los aplausos. Pero de momento, la claca se le ha jodido. Y si alguna aplaude (a tanto el aplauso) ya no se oyen entre tanto ruido de protesta.

JL está medio caído. Ya ni es Dios ni tan siquiera un actor. Ni principal ni secundario. Su papel ya pertenece al pasado. Y su estar tan patético, que cada vez más nos recuerda a aquellas viejas glorias que hacían reir, a altas horas de la madrugada, a las gentes que acudían al Raval para asistir a la Bodega Bohemia, el baúl de los recuerdos de los que un día fueron y dejaron de ser.