jueves, 8 de mayo de 2008

Laporta, el caos.

"Hoy he retransmitido uno de los partidos más tristes de mi historia", dijo Joaquím María Puyal al término de el vergonzoso partido que el Barça ofreció en el Bernabéu (4-1). "Esto es una humillación" añadió el gran comunicador catalán. Y Puyal no acostumbra (nunca) a elevar el tono de sus palabras para resaltar la negatividad. Conoce como nadie a los barcelonistas, y conoce como pocos a los catalanes y sabía anoche que el estado anímico del País no era el mejor para hacer leña del árbol caído. Pero aún así y todo, y con la moderación y equilibrio que presiden sus palabras desde hace más de treinta años, no pudo por menos que manifestar su decepción y, lo que es peor, su escasa confianza en el futuro: "El Barça -dijo- necesita un cambio profundo" para añadir: "Y Guardiola, por el que siento cariño y admiración, no sé si podrá llevar (el proyecto) adelante".

Puyal estaba triste/desolado. No era para menos. El Barça había vivido uno de sus peores waterloos. Se puede perder, pero perder con dignidad. Y ayer hubo de todo menos dignidad. "Es el peor Barça que he visto durante sesenta años" dijo Josep María Minguella en la Cadena Ser. Y es que el Barça de anoche fue peor/mucho peor que aquel Barça de Cruyff que sufrió "una manita" ante el Madrid de Valdano, en una aciaga noche de Guardiola y Koeman, en que el chileno Iván Zamorano les volvió locos (3 goles), con Nadal y Romario en el banquillo, por esas decisiones caprichosas del gurú. Después, en el segundo tiempo, los hizo entrar en el terreno de juego para que participaran en la "hoguera", según propias palabras del holandés. Fue el último partido de Romário. Se fue.

En aquella tristísima noche (7-1-95) en que Valdano devolvió la manita que antes le había endosado el Barça, en una iluminada noche de Romário que marcó al defensa Alkorta por vida, en aquella noche, la del 5-0 en contra, hubo más ética, bastante más ética que ayer. Empezando por el presidente, pasando por la directiva y por la mayor parte de los jugadores.

Ayer no hubo dignidad ni arriba ni abajo. Arriba, porque el presidente apareció en todos los telediarios como el telonero de Calderón, como un "pelele", dándole consejos, diciendo que era un gran presidente y exhaltando el buen comportamiento "de los catorce directivos del Barcelona que han venido a la comida". Han leído bien: catorce directivos, catorce, viajaron hasta Madrid, ¿pagando quién...?. Supongo que, como siempre, el club, es decir, los socios.

Pero la falta de dignidad de "los de arriba" no nos extraña. No es nuevo. El proyecto del Barça no ha terminado hoy, con esta humillante derrota, el proyecto acabó cuando un grupo de directivos, encabezados por Sandro Rosell presentaron la dimisión de forma irrevocable argumentando que el proyecto que habían iniciado no tenía nada que ver con los nuevos postulados de JL ni con el creciente intervencionismo de Johan Cruyff.

Cuando Rosell, Bartomeu, Moix y Monés dijeron adiós (después se sumó Faus) era el principio del fin de aquel modelo. A partir de la marcha de éstos, el Barça se ha convertido en la finca privada de JL, donde no se mueve un papel sin consentimiento de este presidente engreído/vanidoso/prepotente/chulesco....que no ha tenido otra obsesión que acabar con todo lo que olía a sandrismo, y todo por una cuestión de celos, de envidia.

Desde aquella ruptura pública, el modelo del cambio se vino abajo. Desde ese mismo momento, en el Barça sólo ha existido un amo: JL, secundado por una serie de palmeros, con el "chaquetas" a la cabeza, incapaces de llevarle la contraria a este pequeño dictador que se ha convertido en el azote del barcelonismo.

Creer que ahora se puede iniciar un nuevo proyecto, es creer en la utopía. Ni Laporta, ni Cruyff (treinta años mamando del barcelonismo), ni Soriano, ni Ingla, ni el chaquetas, ni los palmeros, son capaces de construir un nuevo modelo. Son capaces sí de destruir lo que queda y de engordar la deuda barcelonista hasta límites insospechados.

Si a Laporta todavía le quedara vergüenza, le quedara dignidad, lo mejor que podría hacer es recoger todos sus bártulos (ordenador incluído) y anunciar elecciones anticipadas. Con JL en la presidencia no hay otra cosa que el hundimiento general. "Después de mí, el caos", debe pensar. Pues no. No hay que dejarle que el club siga siendo su rancho. Si no se quiere ir, hay que echarlo. Pero echarlo de la presidencia. No será el primero.