jueves, 22 de mayo de 2008

El Barça, la Rahola y el Espadaler.

He seguido (sigo) La Vanguardia desde toda mi vida. Por tradición y por interés. Conozco bien (perdón, muy bien) toda su historia. Desde su fundación hasta hoy. De todos los periódicos que leo diariamente, que son bastantes, el primero de la mañana acostumbra a ser el diario que fundó la familia Godó, una familia de origen igualadina de gran tradición polideportiva. Esa vocación deportiva ha estado siempre muy presente en sus páginas, no sólo en las deportivas. Además de lector, me he preocupado de leer y conocer a todas sus grandes firmas literarias desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la de hoy de Juan Carlos I, pasando por las dictaduras y las repúblicas. He crecido, pues, con el diario en las manos y en su hemeroteca muchas horas de mi vida. Es decir: entre el diario, el desaparecido archivo de la calle Pelayo, y la casa Ardiaca, he consumido muchas horas. Para algunos, demasiadas. Para mí, insuficientes.

Conozco, pues, por haber leído a sus grandes periodistas, a sus buenos pensadores, a sus magníficos artículistas, a sus valiosos corresponsables y a sus buenos colaboradores. Además, he tenido la suerte y el privilegio de compartir horas (y colaboraciones) con algunas de sus mejores firmas, incluído alguno de sus grandes directores.

En sus ciento veinticinco años de historia, pocas veces (por no decir ninguna) he visto/leído que en un mismo día se permitiera a dos de sus colaboradores publicar dos artículos en defensa de una misma causa, de una misma mentira y de un mismo personaje: Laporta. Me refiero a los publicados ayer (21-5-08) por estos dos cuentistas de la vida que se pasan parte de sus vidas vendiendo humo. O lo que es peor: vendiendo populismo, lo que ellos tanto critican.

Me extraña que un gran diario, de gran influencia en la sociedad catalana y de gran tradición barcelonista (y españolista) permita que -en un mismo día- se publiquen dos artículos tan faltos de argumentos válidos y tan cargados de falsedades como los escritos por Pilar Rahola y Anton M. Espadaler. Ya paso porque durante un largo período se le haya permitido a Johan Cruyff escribir lo que quisiera, como quisiera y con su manifiesta subjetividad-interesada. E incluso acepto que semanalmente un cocinero (Fermi Puig ) nos venga dando lecciones morales a todos los que no pensamos como él, es decir, a todos los que no pensamos como Laporta, porque por lo que se ve (se lee) los dos son una misma persona que sólo ven fantasmas y enemigos por todas las partes.

Acepto, pues, ese castigo insultante que ha sido sufrir a Cruyff con sus injusticias y su falta de generosidad, como no reconocer nunca las excelencias de Ronaldinho. Se ha ido (o le han echado) de LV sin escribir una sóla línea elogiosa por uno de los mejores futbolistas que han pasado por el Fútbol Club Barcelona, independientemente de su final (el del jugador).

Acepto, que es mucho aceptar, que quien cocina en el Drolma (yo ya no voy, y me duele por el Majestic y la familia Soldevila) se dedique, semana sí y semana también, a vendernos las excelencias de ese pájaro del Passeig de Sant Joan (expulsado y bien expulsado de los maristas) que ha logrado convertir el Barça en su finca más que particular. Y lo que me parece peor, que arremeta con odio y rencor contra todo aquello que disienta del actual presidente y se ensañe con futbolistas (Ronaldinho), técnicos (ahora, Rijkaard) y ex directivos (Rosell, principalmente) con tal de ser del agrado de JL, sin importarle que usted no se debe exclusivamente a él, por muy bien que le trate, sino también a los posibles clientes del Passeig de Grácia y a los miles y miles de lectores de LV que tanto en un lugar como en otro se paga. Nada es gratuito.

Lo que ya me cuesta más aceptar es la doble ración de mentiras laportistas de ayer. De entrada, Pilar Rahola si fuera honesta ya no escribiría sobre Laporta, cuando en el año 2003, en su anterior casa (El País) escribió que ella no podía ser objetiva a la hora de escribir sobre JL porque era uno de los amores de su vida. Con éste precedente mal hace LV permitiéndole utilizar su tribuna para escribir sobre JL. Que escriba de lo que quiera, que sabe de todo, pero que no intente manipular a los lectores con falsedades que afectan al sentimiento barcelonista.

Le podría rebatir, punto por punto, todo el artículo de "Saturno en el Camp Nou", pero sólo le diré que Catalunya no crea mitos con la misma frivolidad que los destruye. No hay un sólo mito catalán que se haya destruido. Los grandes mitos catalanes están presentes permanentemente en nuestras vidas. Ahora, si pretende elevar a la categoría de mito a un personajillo como JL, o usted no tiene ni puñetera idea de lo que se entiende por mito, ni los mitos podían caer tan bajos si se le comparan con el aludido. Además, en ese supuesto imaginativo suyo, quien lo ha destruido no es la sociedad catalana sino él mismo con sus gestos, engaños y falsedades.

Respecto a que "las ratas nunca dejaron de roer su silla", no creo que a los socios barcelonistas se les pueda catalogar de "ratas" y me extraña que en un medio de la seriedad de LV se permita a uno de sus firmantes insultar y tratar tan malignamente a los que discrepamos del hacer y deshacer de este presidente. Para defender a su Romeo, no se puede ser tan barriobajera de tratar de ratas a los demás. Si hay alguna rata es la que firma hoy aqui, ayer alli y mañana dónde sea. O sea, siempre al servicio de la misma coherencia. Cuando le conviene es catalanista, cuando lo cree necesario independentista y cuando lo necesita, conservadora.

!Ah!. Y decir que "ninguna presidencia del Barça, en toda su historia, presenta unos logros tan brillantes", es desconocer la historia barcelonista, además de un insulto a muchos de los anteriores presidentes grandes defensores del catalanismo (los Rosés, los Montal, Suñol...).

Si de todo lo que escribes, y de todo lo que hablas (y mira que hablas) tienes los mismos conocimientos/desconocimientos, vamos apañados. Y si además en tus escritos y en tus palabras influyen también tus amoríos, apaga y vámonos.

Pero antes de ese apaga y vámonos, no quiero dejar pasar por alto, aunque muy brevemente, el segundo insulto que recibimos ayer algunos de los lectores de LV, con ese artículo titulado "El carácter, cara y cruz", a cargo de Anton M. Espadaler, un llamado profesor de literatura medieval que poco tiempo debe dedicar a las clases y a la lectura cuando se pasa el día (como la Rahola) de tertulia en tertulia y tiro porque me toca. Querer defender el carácter de Laporta es defender la incivilización. Porque lo de JL no es carácter sino mala educación y tiranía, y de eso podrían hablar mucho algunos de los empleados y ex-empleados del club. Comparar la chalaneria de JL con la diversión/alegría/euforia del recordado Sandro Pertini durante el Mundial-82, es también un grave insulto a los italianos y una manipulación histórica para los jóvenes lectores de LV que no vivieron aquellas hermosas escenas comparables en nada con la actitud bochornosa del "boixo noi" de Manchester.

No quiero alargarme más sobre las sandeces y manipulaciones de este escribiente que actúa más/mucho más como miembro del Consell Assessor del FC Barcelona (elegido por el dedo caprichoso de JL) que como articulista sereno y reflexivo de un diario del prestigio de LV. Pero no quiero finalizar sin hacerme eco cuando escribe que el fútbol es un territorio muy complicado por "el que a menudo pululan personajes muy poco recomendables, donde el engaño no siempre comporta desmerecimiento y donde son frecuentes los métodos de trilero, y donde quien se pasea con el lirio en la mano acaba desplumado, descalzo y sin camisa".

¿Quiere que le diga quién es el trilero que jamás se pasea con el lirio en la mano....?. No creo que sea necesario a todo un profesor de literatura medieval dedicado desde hace cinco años a dar clases de laportismo, manipulando naturalmente su historia.

Creo que fue Espadaler el que dijo un día que "somos lo que leemos". Desde luego, yo intento ser lo que no leo a algunos. Porque lo de ayer de La Vanguardia fue demasiado. Me devolvió a los peores años del Centinela de Occidente.