martes, 1 de julio de 2008

No es un martes cualquiera.

Hoy, quería hablar de Luis Aragonés. Del seleccionador nacional. Pero también de aquel Luis, que yo siendo un chaval, ví jugar por vez primera en el Camp Nou luciendo la camisola del Real Oviedo. Un jovencísimo Luis, nacido en la cantera madridista (el Plus Ultra), pero que no pudo encontrar sitio en aquel Madrid de Di Stéfano. Lo mismo que le sucedió a otro grandioso interior, Villa, integrante de aquella majestuosa delantera zaragocista que alcanzó celebridad: la de Los cinco magníficos. Ni Luis ni Villa pudieron llegar al titular del Madrid. En aquellos tiempos también el Madrid dejó escapar a Chus Pereda, aunque éste llegó a jugar una temporada con bastante asiduidad. Incluso llegó a ser campeón de Europa. Pero también tuvo que emigrar, para suerte del Barça que lo fichó del Sevilla al que lo había traspasado el club blanco.

Pereda fue uno de los héroes de la Eurocopa del 64, la conocida por la del gol "de Marcelino" pero que aquella noche fue Pereda la gran estrella, aunque el NO-DO se lo medio escamoteó. Aquella delantera era de fábula: Amancio, Pereda, Marcelino, Luisito Suárez y Carlos Lapetra. El más flojo, siendo un excelente rematador era Marcelino. El genio Suárez (ya en el Inter de Milán). El talento, el zaragocista Carlos Lapetra (el primer extremo falso del fútbol español), mientras que Amancio y Pereda aportaban la clase incontrolada. Nunca sabían las defensas contrarias, por donde te íban a salir. Eran imprevisibles.

Aquella selección nacional era un portente de talento y de condición física. El seleccionador, Pepe Villalonga, fue el gran innovador de la preparación física en el fútbol español, junto al catalán Ernesto Pons, que revolucionaron los sistemas preparotios de los clubs. Aquella Selección que ganó la primera Copa de Europa de Naciones tenía un cierto paralelismo con la que acaba de lograr el éxito, cuarenta y cuatro años después. Era también una selección con "aire periférico", con Iríbar en el marco ("como Iríbar, no hay ninguno"), simpatizante abertzale en la clandestinidad, y con otros excepcionales jugadores como los barcelonistas Olivella y Fusté, el navarro-madridista Zoco (casado después con la cantante Mariz Ostiz) y tres grandes laterales, los atléticos Rivilla y Calleja y el zaragocista Reija. Un conjunto formidable.

A las puertas de aquella selección se quedó el jóven Luis Aragonés que ya era todo un talento del fútbol español. Con el balón en los pies, era un tormento para las defensas y para los porteros, y era todo un maestro en el lanzamiento de faltas.

Aquella tarde que yo le ví por vez primera, me dejó huella su juego. Aquel Oviedo era extraordinario, no sólo por Luis, que ya es decir. Jugaba también un argentino, Sánchez Lage, uno de los mejores extranjeros que han llegado a nuestro fútbol. Llegó con años y aún así fue una gran figura que acabó fichando por el Valencia. Aquella tarde en el Camp Nou, Luis Aragonés y Sánchez Lage hicieron maravillas en el estadio, y con ellos un también joven rematador que alcanzaría fama en nuestro fútbol, Ansola.

Tras aquel hat-trick de Luis en el Camp Nou, he seguido toda su trayectoria hasta hoy, hasta el éxito alcanzado en esta Eurocopa, pese a que estuvo más cerca de la renuncia (incluso la anunció) que de la continuidad. Pero siguió, aunque media España estaba en contra y la otra no estaba a favor. Su rotundo "no" a la incorporación de Raúl González, provocó que la casi totalidadad de los medios periodísticos se postularan contra el seleccionador y a favor del jugador. Incluso tuvo que pasar por la humillación de convocar una rueda de prensa, junto al siete madridista, para justificarse de porqué -"de momento"- no le incluía en la Selección. Contra más grande era la presión sobre Luis para que seleccionara a Raúl, más convencido estaba Luis en no llamarle. El seleccionador tenía muy claro su "grupo" y en ese grupo no estaba Raúl González (sí, en cambio, Raúl Tamado, al que una inoportuna lesión le apartó del grupo).

Pero de Luis Aragonés hay más días que longanizas para hablar (y mucho) de él. Como jugador/como entrenador/como seleccionador. De sus debilidades y sus fortalezamientos. Del Luis conocido, y del menos conocido.

Pero hoy, que también quería hablar de la Cuatro y del Podemos, tampoco lo voy a hacer. Lo haré mañana. Quiero hablar de la Cuatro y del Podemos. Hoy, necesito hablar, antes de acabar, de este martes que no es un martes cualquiera. Un martes que se inició una hora antes de la doce de la noche, con el comienzo -y desarrollo- del programa "Los mejores años de nuestra vida", un espacio que acabaré dejando de escuchar. Me parece que, a este paso, no será únicamente Antoni Bassas quien abandone el dial de Catalunya Rádio. Me jodería mucho hacerlo, puesto que he sido un fiel consumidor desde que un día, hace más de veinticinco años, el emprendedor, arrollador y talentoso Lluis Prenafeta me dijo: "Voy a empujar para que Catalunya tenga una Radio y una Televisión como se merecen este país". Y vaya sí lo consiguió. Prenafeta ha sido el secretario general de la Generalitat con más poder que se ha conocido. Su poder hacía temblar, no Catalunya, sino Madrid. A los entonces poderosos Alfonso Guerra y José María Calviño y a toda la cúpula del PSC se le pusieron los cojones por corbata cuando se enteraron que detrás/detrás del proyecto de crear una radio y una televisión no estaba Pujol, sino que quien estaba era Lluis Prenafeta, un hombre de inquebrantables convencimientos y que si se le ponía una cosa entre ceja y ceja era temible. Y la radio fue una gran conquista y la tele del JR de Dallas en catalán, todo un ímpacto.

Mientras Prenafeta escuchó/vió/veló por la radio y la televisión pública, fue un éxito arrollador. De aquella Catalunya Rádio ya sólo queda Joaquim María Puyal, que es la única referencia que me mantendrá unido al dial nacionalista, hasta que también un día Puyal se marche. De momento, Antoni Bassas ya ha anunciado su marcha, con lo cuál me quedaré sin la tertulia de los martes, la de Lluis Foix, Pere Portabella y Francesc Sanuy, tres tertulianos próximos que desde hace años/muchos años he seguido. Hoy, en este martes, he querido probar la tertulia de RAC, pero ya anticipo que dificilmente volveré a sintonizar. Y no lo digo por José Antich, el director de La Vanguardia, que me parece (me ha parecido siempre) un excelente periodista. Si pongo en duda que pueda enchufarme a esta tertulia es por la presencia de Xavier Sala Martin, uno de los grandes manipularodes y vendedores de humo de este país. Escuchar a XSM, el chaquetas, para escucharle cuestionar la catalanidad de Xavi y Puyol (como ha hecho hoy) y proclamar a los cuatro vientos que el gran símbolo del Barça es Oleguer, es para decir apaga y vámonos. Si el RAC, el Grupo Godó, piensa que con personajes tan oportunistas como éstos (XSM) pierden la ocasión de sumar un oyente más que ha iniciado su éxodo de Catalunya Rádio, con la marcha de Bassas y que seguramente abandonará sus deportivas noches por las encerronas que practican a según qué invitado y el masaje que le brindan a otros. Y me joderá abandonar esas noches, especialmente la de los lunes porque me gusta escuchar -sobre todo- a Josep María Minguella, uno de los barcelonistas que mejor conoce la historia del club ya desde sus años mozos cuando vivía junto al campo de Les Corts y participó en los actor inaugurales del Camp Nou portando el estandarte de la Peña Eulogio Martínez. Me gusta escucharle, como me gusta el conocimiento y el rigor de Toni Freixa que ha aportado frescura y valentía a la tertulia. Pero no me gusta el presentador y por eso digo que finalmente cogeré el camino de Bassas.

Y acabo. He dejado para el final, en este martes que no es un día cualquiera, el regreso de Miguel Rico al periodista. Lo deseaba. Lo anhelaba. Lo necesitaba. Leer a Rico es como una inyección de vitalidad. Es el mejor desayuno que a uno le pueden ofrecer. Pero también tengo que decir que ha sido un despertar duro/durísimo. Yo quería a Miguel Rico en Sport, diario que está unido sentimentalmente a mi vida, no por lo que me ha dado, más bien lo contrario, sino porque pertenezco a su etapa soñada, a su época prefundacional y a su etapa fundacional y creo que para el diario la pluma (y el talento) de Miguel Rico ha sido fundamental en el desarrollo exitoso del diario, como lo ha sido la creatividad y comercialización de su editor y las genialidades del ayatolla. Pero las incompatibilidades han podido a la inteligencia y hoy, para leer a Miguel Rico, hay que acudir a la competencia. Cosa que en el fondo me duele y hasta me entristece, pese al también extraordinario cariño que tengo por "El Mundo Deportivo", el primer diario deportivo que leía cuando todavía era de formato sábana y que después fue indispensable en mi vida porque si quería leer algo que no fuera fútbol, sólo lo encontraba en aquel Mundo de "el jefe", de Juan José Castillo, el mejor periodista polideportivo que ha dado este país.

Hoy, en este martes que no es un día cualquiera, me encuentro con la tristeza de que en Sport ya no leeré a uno de sus fundadores y mejores escribientes, Miguel Rico y, por otra parte, con la alegría de ver recuperada su firma, su inteligente crítica, su gran talento "A la contra" de El Mundo Deportivo.

Me duele mucho/muchísimo decirlo (más sentirlo). Pero pierde "Sport" y gana "El Mundo Deportivo". Es lo que va de tener a Miguel Rico o no tenerlo. Y es que ricos no nacen cada día.