lunes, 9 de junio de 2008

El enemigo en casa.

No quería escribir una sóla línea sobre Joan Laporta. Me aburre/cansa/repele. No quiero, además, que algunos interpreten que vivo obsesionado con su figura. Pues no. Ya sé que es imposible no creerlo por la cantidad de líneas que le he dedicado en mi blog. Pero es que a mí, JL me importa un cuerno. Pero el presidente del FC Barcelona no. Y como el máximo responsable de todos los socios barcelonistas está por encima/muy por encima de este mal sueño que nos ha tocado (nos toca) vivir, de ahí mi insistencia. Y no pararé hasta verle salir por la puerta más pequeña del club.

Hace años, la división del barcelonismo estaba en las gradas. Para unos Samitier era intocable y otros no le perdonaron nunca que fichara por el Real Madrid. No una vez, dos. Una como jugador y la otra como secretario técnico. Ésta división tardó en cicatrizar hasta que un día pidió perdón y de nuevo en el Barça se convirtió en el mejor secretario técnico que nunca ha tenido el club. Kubala, Di Stéfano, Eulogio Martínez, Evaristo....fueron algunos productos de su talento.

Después de Samitier, la división en las gradas más sonada fue la de "kubalistas" y "herreristas-suaristas". Sin comerlo ni beberlo, Laszy Kubala y Luisito Suárez (maestro y discípulo que congeniaban dentro y fuera del campo) por decisión de Helenio Herrera provocó una quiebra en las gradas. Todo, porque el polémico técnico comenzó a sentar en el banquillo al gran ídolo, generalmente en campo contrario y casi siempre por Ribelles, un pequeño medio volante leridano que hacía más kilómetros que todo el equipo entero. Y como se adueñó del liderazgo en perjuicio del hasta entonces gran ídolo, se forjó la división.

Aquella división terminó con la salida de HH y tras la final europea de Berna ante el Benfica, con Suárez traspasado al Inter (25 millones de pesetas, cifra récord) y Kubala retirado para dirigir la Escuela del fútbol base azulgrana. Más tarde, Enric Llaudet lo nombró entrenador del primer equipo, con algunos ex compañeros en la plantilla. Faltó paciencia y cesó Kubala que poco después, provocó un schok en el barcelonismo al fichar como jugador y entrenador del Espanyol en una apuesta mediática de Vilá Reyes. Aquella decisión, las gradas barcelonistas tardaron en perdonarle, a pesar que casi unánimente Kubala ha sido la mayor gloria del Barça, tanto por lo que representó su fichaje, por los éxitos, por su calidad como persona y compañero, y por su excepcional calidad técnica. Driblando era único. Lanzando faltas era incomparable. Ejecutando penaltis era infalibre. Y encima tenía una visión de la jugada como pocos. Hizo internacionales a jugadores com0 Moreno y Manchón que siendo buenos, probablemente sin el hungaro no habrían llegado al estrellato.

Éstas son algunas de las divisiones en los graderios. Han habido más, como cuando el inglés Vic Buckingham concedió la titularidad a Narcís Martí Filosía, un futbolista excepcional, un fuera de serie. Pero cuando veía que a un balón no llegaba, dosificaba el esfuerzo y ya no íba en su inútil busca. Ésto no se lo perdonaban las gradas que veían como -por ejemplo- un compañero suyo, José Antonio Zaldúa (un sacrificado ariete navarro) no daba balón por perdido y corría al límite para su recuperación llegara o no.

Una gran parte de las gradas la cogió con Bukingham y la joven promesa (hoy, anticuario en Palafrugell como su padre y en su tierra). En cuanto se anunciaba su nombre por los altavoces del Camp Nou, los pitidos son ensordecedores. Él, Martí Filosía, inmutable, como si no fuera con él. Ha sido un año completo aunque fuera (que lo fue) el mejor sobre el terreno de juego.

Las divisiones, pues, casi siempre se han centrado en el campo o en el banquillo. A los palcos sólo alcanzaban los pañuelos cuando el equipo no funcionaba. Pero entre los directivos, los aspirantes a directivos y presidentes hubo siempre un saber estar, unos ciertos modales.

El primer aspirante a presidente que provocó una gran división en la entidad fue Pedro Baret. Primero dividió las gradas y después la directiva de Narcís de Carreras de la que formaba parte. Baret, aliado con los "morenos" (los aficionados más radicales) hizo mucho daño al barcelonismo y acabó haciéndoselo así mismo. Quiso ser presidente del FC Barcelona para ser después Alcalde de Barcelona. Pero ni lo uno ni lo otro. Acabó en la Modelo por un gran escándalo financiero.

Años después, hubo una fuerte división en los graderios entre cruyffistas y nuñistas, como consecuencia de las insaciables exigencias del holandés que pensaba que el club era suyo y podía hacer y deshacer a su antojo. Como Núñez tenía una fuerte personalidad, no era un pelele y defendía el dinero de los socios como si fueran propios, chocaron constantemente.

La salida traumática de Cruyff, provocó al poco tiempo la aparición de un personaje con una ambición ilimitada. Joan Laporta. Él, fue el gran promotor del nuevo divisionismo del barcelonismo. Fue el impulsor de la primera moción de censura en la historia del club y aunque la perdió no cesó en su empeño de crear una oposición implacable al presidente Núñez hasta provocar su cese, cansado y agotado de la presión sin cuartel a cargo de Laporta/Cruyff.

Ahora, estamos ante un nuevo voto de censura, esta vez instigado por el socio Oriol Giralt y con el respaldo de 9.145 firmas validades. Todo un récord. Todo un acontecimiento.

Laporta no ha digerido bien (ni medio bien) está moción y se ha lanzado ya, no a la defensa de su posición ante la censura, sino como si estuviera en plena campaña electoral. Ha iniciado ya sus ataques personales y ha comenzado a movilizar a sus hombres. Ya han saltado a la arena Godall, Soriano y Murtra, ninguno con argumentos sostenibles. Pero el peor, de nuevo, ha sido (es) Laporta que no soporta que nadie pueda tosérle y se dedique a ver fantasmas dónde no los hay.

No quería hablar de JL, pero su estilo chulesco/chabacano, me impide la neutralidad. Laporta es un mal del Barça y en el Barça. A JL, en contra de lo que dicen algunos de sus defensores (Murtra, el penúltimo) no es porque se hayan dejado escapar las dos últimas ligas. Por eso no se está juzgando al todavía presidente. Se le juzga por sus comportamientos personales a lo largo de cinco años. Por la desgobernabilidad que vive el club desde hace dos años. Por sus caprichos personales. Y, sobre todo, por haber dividido de nuevo el barcelonismo. No tuvo suficiente con dividir el club en la época de Núñez que ahora, desde la presidencia, ha seguido provocando la división en el club. Primero, en su propia junta directiva ganadora, que provocó la salida de una serie de directivos no dispuestos a comulgar con ruedas de molino. Y ahora, de nuevo, con la presencia de este voto de censura que no ha digerido (diga lo que diga) y que en sus últimas palabras pronunciadas se denota un nuevo intento de dividir al club con su desafortunado estilo y su revanchismo.

Durante la mayor parte de la centenaria vida del club, el rival, el adversario, el enemigo, ha sido el Real Madrid, hasta la aparición pública de JL que ha cambiado de enemigo. Hoy, para él, el enemigo está en casa. Los enemigos son todos aquellos barcelonistas que no comportan ni su estilo, ni su proceder. Para JL, pues, los enemigos son los socios barcelonistas que discrepan, que firman mociones con el próposito que prosperen y aquellos posibles futuros candidatos que un día puedan aparecer. Antes de pronunciarse, ya les intimida, ya les amenaza, con el peor de los estilos.

Ya escribí un día que sacar a JL de la presidencia del FC Barcelona no sería nada fácil. Vive enrocado, bunkerizado en su mundo. Por algo será. Cuando tantas ganas de quedarse demuestra y tan empeñado está en dejar el futuro del club "atado y bien atado", algo huele mal. O, como mínimo, no huele bien.

Hoy, el enemigo del Barça, no está fuera. Está en casa. En su propia presidencia.