domingo, 6 de abril de 2008

Ronaldinho y los médicos

La medicina siempre me ha merecido un gran respeto. Y me lo seguirá mereciendo por vida. Tengo argumentos sobrados para ello. La medicina (doctores, cirujanos...) hace milagros con el paciente, aunque no creamos en los milagros. Pero como en todo, hay de todo. No van a ser una excepción. Hay quien vive por la vocación y hay quien vive de la profesión. Pasa con los periodistas, los curas, los abogados, los ingenieros y los políticos. Hay de todo en la viña del señor, aunque lo que abunde sea lo bueno, no lo malo.

Decía ayer, en mi anterior crónica, que me parece un escándalo el caso Ronaldinho, con la versión médica contradictoria que se ha dado en los últimos días y con sus consiguientes manipulaciones como han denunciado muchos comunicadores. No todos, claro.

Los médicos del FC Barcelona saben la verdad del caso Ronaldinho, y el jugador sabe la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Los médicos pueden diagnosticar misa, pero los pacientes son los que saben si pueden ir a misa o no.

Yo, por ahora, sé lo qué se ha contado, lo que se ha dicho, e incluso intuyo lo que no se ha dicho. Me voy a olvidar por un momento de esas contradicciones, pero voy a juzgar ya, las últimas declaraciones efectuadas por los médicos del Barça que hablan de "casualidad" en la lesión experimentada por el jugador. No conformes con ello, el doctor Ricard Pruna ha ido más lejos: "Que piense (Ronaldinho) por qué se ha lesionado". Me parecen lamentables éstas palabras, impropias de cualquier dirigente y mucho más de un médico, de tu propio médico. Decir y airear públicamente estas palabras son descalificables y condenatorias, inmerecedoras de alguien que viste bata blanca y es responsable directo del paciente.

Con el sólo pronunciamiento de esa frase -"Que piense por qué se ha lesionado"- ya se descalifica como galeno y como persona.

He dicho, y repito, que sólo puedo hablar bien de la medicina y de los médicos. Que, afortunadamente, hay más sabios que tontos, más humanos que inhumanos, y evidentemente más salvavidas que matasanos. No hay punto de comparación. Pero hay también excepciones. No sólo en la propia vida, sino en la propia historia del FC Barcelona.

Miren: ayer, tanto "La Vanguardia" como "El Mundo Deportivo" ofrecían dos magníficos reportajes sobre el cuarenta aniversario de la muerte de uno de los grandes ídolos que ha tenido el barcelonismo, Julio César Benítez, y del que les he hablado en más de una ocasión, porque fue un caso (el de su muerte) que viví muy directa e intensamente. Fíjensen sí lo viví que ese desgraciado acontecimiento cambió en parte el rumbo de mi joven vida profesional. Mientras algunos periodistas eran cesados o apartados de sus cometidos profesionales por lo publicado respecto al estado de Benítez, a mí, aunque no esté bien decirlo, se me abrían diversas puertas para incorporarme a colaborar. Mientras parte de esa prensa afectada, el día antes de morir el jugador, y en la misma fecha de su muerte, escribían que era duda en la alineación para el partido contra el Real Madrid, a mí, cuarenta y ocho horas antes, se me "levantaba" (censuraba) un original por escribir que "Benítez ni jugará contra el Real Madrid, ni volverá a jugar". Yo no sabía que iba a morir, pero sí sabía que su estado era grave, gravísimo.

Ayer, en "La Vanguardia", Enric Bañeres (para mí, un magnífico periodista) entrevistaba a la viuda del futbolista, Pilar Ruiz Peces y decía: "Julio murió de un envenenamiento". Y explicaba que se le había hecho una biopsia "pero a mí no me quiso entregar (el doctor) los resultados. Esa biopsia guarda el secreto de la muerte de Julio.". Bañeres le pregunta "¿Y la autopsia?". Respuesta: "No se le hizo. Años después pensé en la posibilidad de hacerla, pero me dijeron que me iba a costar muchos trámites y un dinero que no tenía".

-La de Benítez -dice Enric Bañeres- fue una muerte rodeada de mucho morbo...
-Sí, hasta se dijo que yo le habia envenenado, dándole cianuro poco a poco.


Un día conté, en una de estas crónicas, cómo un directivo me dijo horas antes del suceso "no es nada". Y cómo las versiones que filtraba el club no tenían nada que ver con la realidad. Se hablaba de una intoxicación en Andorra por digerir unos mejillones en mal estado. El propio médico de entonces del club, hoy fallecido, me habló de esa versión, al día siguiente de una urticaria....

Nada de lo que decían desde el club coincidía remotamente con lo que a mí me estaban contando el ex jugador y ex entrenador del club, César Rodríguez, muy amigo del matrimonio, y Salvador Dinarés, el entonces propietario de la Gran Bodega y uno de los amigos más íntimos del futbolista. No hace mucho escribí que Dinarés era el más facultado para explicar la vida y la muerte de Julio César Benítez. Él fue, además, al que le tocó estar en medio de la viuda y la familia del jugador ya que en aquellos días de dolor no había relación entre ambas partes. Y recuerdo, también, como en un salón del Hotel Condado, en la calle Aribau, la madre de Benítez lloraba su desconsuelo preguntándose una y mil veces: "¿Qué ha pasado con mi hijo...?. Ni los médicos, ni los directivos, me saben dar una explicación...Cada uno me da una versión diferente".

Ésto, no me lo han contado. Ésto lo he vivido yo en primera persona.

De historias médicas, hay mucho que contar. He tenido la suerte y el privilegio de contar con la amistad de muchos grandes médicos del FC Barcelona, desde Joaquím Cabot, el gran precursor de sistemas operatorios seguidos por los mejores cirujanos de todo el mundo, a Carles Bestit, pasando por Eduardo Alcántara, el hijo del mítico delantero y también médico del club Paulino Alcántara, a otros muchos doctores que ha tenido el club, como González Adrio, Borrell....Y he vivido partes equivocados, partes intencionadamente equivocados, porque el entrenador o un directivo de peso les había pedido que prolongara la lesión (la baja) de un jugador o que la acortara, o que no facilitara la realidad. Me lo han contado, con nombres y apellidos, médicos, masajistas, y enfermeras importantes.

Sin ir más lejos, en la época de Johan Cruyff entrenador, el club vivió uno de sus momentos más lamentables como, con el futbolista en la camilla camino del quirófano, se discutía quién lo iba a operar y en qué clínica se iba a llevar a cabo la operación. Lo que casi menos importaba era la grave lesión del jugador (hoy entrenador). Lo que preocupaba era quién operaba, por intereseses en este caso de clínicas, de aseguradoras.

Un día relataré cómo siendo joven, y trasnochando más de la cuenta, al llegar a un entrenamiento para cubrir la información, el jefe de los servicios médicos de un club, me dijo a mi y a un compañero: "Tenéis cara de cansados..." "Pues sí, le dijimos". El doctor, que nos apreciaba mucho, nos dijo: "Pasar al despacho y os daré una inyección de "toro" y estareis como nuevos". Y así fue. Pocas horas después estábamos como nuevos. Nunca nos dijo en qué consistía aquella inyección de "toro". Tampoco insistimos...

De los médicos, pues, como de los periodistas, los curas, los abogados, de los dirigentes de club y no club, de los políticos, se puede hablar largo y tendido. Y no siempre el que más grita, el que más manda, el que más alto habla, el que más sospechas o pseudosospechas deja caer, es siempre el más justo, el más sincero y el más creíble.

Yo, en toda esta historia del caso Ronaldinho, y de su vida un día también claramente hablaré, lo único que sé es que hace unas semanas se quejaba de molestias, y los médicos, los técnicos, y los directivos, pusieron en duda la versión del jugador. Y hoy, días después, resulta que está lesionado. Es lo que sabemos. Y sabemos que hay futbolistas que mienten, pero también que eternamente no mienten en todo.