No quería escribir de Ronaldinho. Quería hacerlo sobre la cantera del FC Barcelona. Pero será mañana. O pasado. Desgraciadamente, la actualidad, me hace seguir/insistir sobre el ídolo de la afición barcelonísta. Sobre el futbolista que durante más de cuatro años ha hecho felices a millones de niños catalanes/españoles/brasileños y de todo el universo. Alegría por verle jugar. Alegría porque hacía (hace) lo que nadie es capaz de hacer en un rectángulo de juego. Y alegría por esa sonrisa cómplice, contagiosa, que emanaba felicidad a raudales.
No voy a ser yo quién salga en defensa del Ronaldinho de día, y del Ronaldinho de noche. Debe ser él mismo quien lo haga, y si no lo hace él, nadie más lo hará. La intoxicación informativa, la maldad informativa, ha podido más que sus debilitados defensores, si es que los tiene, salvo los casos de Cristina Cubero, Juanjo Castillo y cuatro más. Pero están ya agotados de pregonar en el desierto. Nadie les hace caso. No quieren hacerles caso, porque interesa un Ronaldinho tocado/derribado/hundido.
Si alguien tenía que haber hecho algo por regenerar la figura del gaúcho era (es) el club. Empezando por el presidente. Pero es el primero que ha dejado caer al ídolo. Hace más de un año que provocó su caída. Desde que el protegido e intocable jugador de los mandamases (Joan Laporta/Alejandro Echevarría) lanzara aquél obús contra su compañero Ronaldinho y contra el entrenador Rijkaard. Desde aquel día se abrió la veda sobre el brasileño. El jefe de prensa, y sus súbditos, no hicieron nada, absolutamente nada, por frenar aquella bomba dirigida a minar, a sepultar al gran ídolo de la afición.
No había ninguna vendetta por en medio. Era todo (es) una cuestión de celos. Ronaldinho había crecido tanto/tanto que había eclipsado a todos, empezando por Laporta y pasando por Cruyff. Para el barcelonismo no existía otro referente que el brasileño. Un brasileño que, además, había llegado por la puerta falsa, es decir, en contra la voluntad del presidente y de "el maestro". Y eso nunca ha sido perdonado. Y se utilizó a Eto'o primero, y a un ejército de periodistas después, para acabar con la estrella de Ronaldinho.
Escribe hoy, Carles Sans, gran culé, en las páginas del diario "El Mundo" que "La transparencia que prometió Joan Laporta cuando se alzó a la Presidencia del club debería aparece ahora que los socios y aficionados nos estamos preguntando qué se esconde, por ejemplo, tras el "caso Ronaldinho". Y el actor, miembro de El Tricicle, añade: "Es evidente que las lesiones son el argumento menos creíble de todos cuantos corren por ahí. La lástima es que todo son especulaciones, constantes rumores, que nadie confirma ni desmiente y que no hacen más que emborronar la imagen de un gran equipo que anda perdido, desmotivado, lejos de aquel Barcelona que tanto nos hizo disfrutar".
En una palabra: Carles Sans pide lo que prometió JL en la oposición, en la campaña electoral y sólo salir elegido: transparencia.
Pero JL no quiere claridad. Es un personaje acostumbrado a las barricadas de su etapa en la oposición, y prefiere que sean otros los que se muevan, los que hablen, los que escriban. Basta con escuchar las radios nocturnas, seguir las tertulias y leer según que diario. He oído de todo. He leído de todo. Desde que llega borracho a los entrenamientos, hasta que se droga. De todo eso, para arriba. Hoy, sin ir mas lejos, sólo hay que coger el diario "Sport" y leer a algunos de sus articulistas. Y ayer. Y anteayer. Y mañana. Todo al servicio de la causa.
He llegado a la conclusión que es mejor ser los Albertos/Javier de la Rosa/Roldán, cualquier tipo de delincuente, sea chorizo, violador o criminal, e incluso terrorista, que ser en estos momentos Ronaldinho de Assís. Hay más cuidado, más respeto, más medir y cuidar las palabras con cualquiera de los citados (y otros muchos más) que con el hombre que ha entusiasmado a las masas barcelonistas (y no barcelonistas) durante estos años.
Aquí no se trata de si Ronaldinho es el mayor culpable o no, que para mí es tan o menos responsable que Rijkard/Txiki Begiristain/Ingla/Soriano/Laporta y toda la junta directiva. Nadie ha movido un dedo por su rehabilitación como deportista. Han seguido, paso a paso, como caía del pedestal, sin hacer nada/absolutamente nada por evitarlo. Lo que te lleva a la conclusión de que eran partidarios de su caída.
Y en este baile de disfraces, a quién más hispócrita, a quién más falso, a quién más celoso, a quién más vomitivo, han participado (participan) todo un coro que dicen ser periodistas que jamás se habrían atrevido a decir del peor de los delincuentes lo que han dicho, dicen y seguirán diciendo de Ronaldinho.
No deja de ser chocante que en este país que defendemos el derecho al honor y a la inocencia, mientras no se demuestre lo contrario, e incluso a la rehabilitación de los terroristas, un futbolista no pueda acogerse a ninguno de esos derechos y regresemos al túnel del tiempo cuando alguién era sentenciado sin juicio alguno.
Me parece realmente bochornoso, y me parece realmente vergonzoso que toda una directiva como la del FC Barcelona consienta -y hasta alimente- este juicio sumarísimo sobre uno de sus futbolistas, sin que medien pruebas y togas por en medio.
Es el peor escándalo vivido en el Barça probablemente a lo largo de toda su historia. Jamás, en más de cien años de historia, ningún presidente, ninguna junta directiva, habrían permitido llegar las cosas hasta el extremo que han llegado.
Ya sólo falta que, remontándonos como hace algo más de un siglo, asistamos a una plaza pública para ver ejecutar públicamente a Ronaldinho, al parecer, el mayor peligro social que ha dado Catalunya y España en toda su historia.
Lamentable.