Ya sé que el Barça puede hacer todavía el triplete. No todos pueden decir (y conseguir) lo mismo. Pero se ganen 1,2,3 títulos, la desilusión y la decepción de este año y medio, ya no nos la quita nadie. En este período hemos visto de todo. Como se desintegraba un equipo campeón. Como se dinamitaba un vestuario unido. Como se fichaba por fichar. Como se contrataba para tapar fracasos. Y como un equipo que maravilló a todos, con un futuro envidiable, capaz de combinar la eficacia con el "jogo bonito", que superaba con creces al irregular y desconcertante "Dream Team", se desplomaba por culpa también de una dinamitada política deportiva que generó una gran esperanza en la afición y que JL y sus palmeros quisieron liquidar por una cuestión de celos y envididas.
Históricamente, el Barça siempre ha funcionado cuando alguien ha hecho bien las cosas, con sentido común/talento/e inteligencia. En suma, cuando alguién mandaba sin decir que mandaba,
y cuando los jugadores sentían respeto por quien tomaba las decisiones deportivas porque veían que quien les hablaba sabía de qué les hablaba. Cuando ésto ha funcionado, el Barça ha prosperado. No sólo ahora, sino de siempre.
Alguien tiene, más que mandar, saber mandar. Los clubs de fútbol, las entidades deportivas, las empresas funcionan por criterios, por argumentos, por razonamientos, por saber lo qué hay que hacer. No chutan las cosas cuando son sustituídas por el "yo mando". "Aquí se hace o no se hace lo que yo digo, que por eso soy el jefe". Esto es lo que sucede en el actual Barça.
Seguir cargando las culpas sobre Rijkaard, o Ronaldinho, o Deco, o Márquez, o Puyol, no es ver la realidad. Es engañarse. Por encima de ellos, hay (cobra como tal) un secretario técnico, que fue un buen jugador, pero nada más. Como secretario técnico tiene fama de cómodo/de holgazán/de vago, de alguien que le interesa actualmente más el golf que el fútbol. Y si Txiki Begiristain no hace nada, y lo que hace, lo hace mal, alguien le puede llamar a capítulo. Pero, claro, si quién le tiene que decir algo, a él y a Rijkaard, y a los jugadores, es el vicepresidente Marc Ingla, apaga y vámonos. Desde que JL le designó para esa importante responsabilidad, Marc Ingla no ha tomado ninguna decisión, no ha dicho nada, no ha hecho nada, salvo irse a esquiar en un momento delicado del equipo.
O sea: tenemos a un secretario técnico que lo que le gusta es el golf y viajar. Un vice deportivo que le atrae esquiar, viajar y analizar no sé qué.
Y en la cúspide, un presidente al que todo ya le va bien, viviendo en plan "Yo, Claudio", encantado de haberse conocido. Incapaz de pegar un puñetazo en la mesa, incapaz de organizar el club que ha desaorganizado, preocupado por la política, por las fiestas, por los fuegos artificiales, utilizando aviones privados sin justificar e hinchando la nómina del club, todo ello con cargo a las cuentas de los asociados.
No sigamos engañando, no sigamos echando únicamente las culpas a los futbolistas-de-oro, a los trasnochadores, al entrenador de Santa Claus. Hay que comenzar a pedir responsabilidades a quienes son los auténticos culpables: de Txiki a JL, pasando por el inexistente Ingla. Para éstos, sí que el ciclo ha llegado a su fin, por mucho que quieran aferrarse a sus puestos.
Con títulos o sin ellos, la desgobernabilidad que vive el Barça es un problema de los que dicen mandar, no de los que tienen que obedecer.