El presidente del Barça está nervioso/inquieto/preocupado ante este encuentro con el Valencia en el que se juega estar o no en la final de Copa. En teoría, no debería estar obsesionado con el resultado final de esta eliminatoria. Este irregular Barça es todavía superior al conjunto de Koeman. Y más jugándose el partido en la capital del Turia que es donde falla más el conjunto valenciano, donde han ganado casi todos los clubs importantes, desde el Real Madrid al Espanyol, pasando por el Sevilla, el último.
JL se reunió ayer con la plantilla profesional en el vestuario. Algunos pensaban que el motivo era poner orden, cantar las cuarenta a todos los jugadores e, incluso, anunciarles una multa por los desmanes que vienen produciéndose desde hace meses. Pero no fue así. JL no fue a dar la cara, poner firme a la plantilla (y al cuerpo técnico) y anunciarles medidas disciplinarias, incluyendo posibles sanciones económicas. JL no fue al vestuario a pedir cuentas y pasar factura. Fue a pedir árnica. A postrarse a sus pies y anticiparles una prima extra en caso de eliminar al Valencia, que es lo que le quita el sueño. JL es incapaz de enfrentarse con la cruda realidad. Nunca lo ha hecho, ni lo hará. Es un presidente con una doble moral. Con dos caras (o cuatro si es preciso). Dice una cosa y hace otra. Y especialmente con las estrellas del equipo a las que teme en un cara a cara.
Laporta atraviesa el umbral del vestuario como atraviesa el arco de seguridad de los aeropuertos, con los pantalones en la bandeja.
Nadie hubiera dicho que aquel duro/implacable oposicionista a Núñez (no a Gaspart) y aquel pico-de-oro como candidato, una vez elegido presidente, se hubiera transformado con el tiempo en uno de los presidentes más impersonalistas/imperfectos/dóciles y débiles que ha conocido la historia del FC Barcelona desde que Hans Gamper fundara la entidad.
En los casi cinco años que lleva en la presidencia jamás ha sido capaz de dar la cara por nada. Sólo ha estado/figurado para los fuegos artificiales, para las frases-buscadas y las fotografías-pose. Ha sido (es) un presidente sin personalidad alguna.
Hace más de un año que uno de sus futbolistas más mimados y protegidos, Samuel Eto'o, hizo aquellas explosivas declaraciones en Vilafranca que significaron una auténtica bomba de relojería para el vestuario y que fueron el inicio de todos los males que aquejan a la plantilla. Desde aquel acto-verbal, desestabilizante, JL, ha sido incapaz de imponer la autoridad, la disciplina, demostrando que la inmadurez y la frivolidad han presidido todos sus actos.
Los que esperaban que ayer, con su presencia en el vestuario, JL iba a ejercer por una sóla vez como un auténtico presidente, se han equivocado una vez más. JL no dió el paso para pedir explicaciones, ni para imponer disciplina, fue, con el lirio en una mano y con el billetero en la otra, a ofrecerles a los jugadores un alto el fuego de los últimos días, y dinero/dinero/dinero para que eliminen al Valencia, su única obsesión y preocupación.
Hoy, a JL, sólo le preocupa el marcador. Lo único. Nada más. Porque sabe que su presidencia actualmente está ubicada en el marcador. Es su supervivencia, una vez perdida toda la credibilidad personal y presidencial.