Da asco, verdadero asco, ver/leer/oir/escuchar como se está destrozando, sin miramientos, al hasta ayer gran ídolo del barcelonismo, Ronaldinho Gaúcho. Probablemente, desde la retirada de Kubala (hace casi medio siglo), el más grande de los jugadores extranjeros que han vestido la camisola blaugrana. Cruyff, en el Barça (no digo en el Ajax) no le ha llegado nunca ni a la suela de los zapatos al gaúcho. Cruyff, en cinco años como jugador azulgrana, fue el timo de la estampita. Ganó una liga, perdió otras cuatro ligas, y ganó en su despedida una Copa. Un fraude. Y en campo contrario, un doble fraude. Era lo mismo que jugara o no. Se paseaba, sin pegar golpe, por todos esos campos de la España-futbolística. A mí, no me lo tienen que explicar. Lo he visto y lo he vivido en directo. Mientras el resto se partía los cuernos, el señorito iba a los estadios como un turista más. Que hablen sus compañeros, que hablen los periodistas, que hablen los aficionados, que hablen los directivos (con Montal a la cabeza) de lo que hacía, de lo que hizo el holandés en cuatro temporadas y media, de las cinco que estuvo.
En sus primeros encuentros con el Barça, la mayor parte de defensas contrarios escurrían el bulto para no marcarle, sobre todo en el Camp Nou. Desde que se ganó la Liga-de-Cruyff, matemáticamente en Gijón ante el Sporting (en una memorable tarde de Marcial, autor de tres goles), el holandés desapareció. Y aquellos defensas que en los primeros meses preferían no ser los encargados de marcarle, a partir de aquella histórica, se prestaban a ser los elegidos para marcarle. Era un chollo. Especialmente en campo contrario, donde renunciaba a pisar el área desde el minuto cero.
En aquellos años setenta, Cruyff, que monopolizó todo, menos el trabajo, ya cobraba casi treinta veces más que el futbolista que más cobraba. Y además, anuncios, spots...Era una máquina de recaudar, no de jugar. De vez en cuando algún que otro gol en el Camp Nou, y dos pasecitos, y paren de contar. Y buscar siempre culpables. Menos él, claro.
Ahora, con gran cinismo, acaba de lanzar una nueva pulla al brasileño: "Querer es poder". Es decir, lo que él no se aplicaba en activo, se lo exige a los demás. Bueno, a los demás no, a Ronaldinho, del que tiene una gran envidia desde que lo ficharon. Y todo porqué a él no se le ocurrió el fichaje. Pero, ¿cómo se le va a ocurrir el hallazgo de un futbolista si se pasa el año jugando al Golf...?. Sólo sigue al Barça, al Ajax, y a la selección holandesa. De ahí no lo sacas. Ve menos partidos y jugadores que Txiki Begiristain, que ya es decir.
Cruyff, en su penúltimo ataque al brasileño, ha venido a decir que el gaúcho se borra de los partidos no importantes. Y lo dice quien se "escondió" en la final del Mundial de Alemania que ganaron los alemanes y la perdió Cruyff. Y cuatro años más tarde, en el Mundial de Argentina, no es que se escondiera, es que ya se borró de entrada. Argumentó molestias imaginarias y prefirió quitarse del medio porque intuía que la "naranja mecánica" no iba a ganar, como así fue.
Este predicador, ahora de diarios, es el que viene dando lecciones a todos y señalando desde hace cinco años a Ronaldinho como el gran culpable del Barça. En los primeros años, ignorándole, y ahora sumándose a los partidarios de esa hoguera pública que han preparado para el brasileño.
Ahí está, en las últimas horas, la pregunta más que intencionada a Rijkaard preguntándole si el jugador, después de su cumpleaños (28), había llegado en "plenas condiciones" al entrenamiento. Pregunta con más mala baba, imposible. Y respuesta menos diplomática, jamás la he escuchado: "Hoy, sí.".
Rijkaard, que a pesar de todo le tenemos una cierta simpatía, es un ser repudiable cuando se deja comer "el coco" por su presidente, por sus directivos, por su secretario técnico o por Cruyff. Sacas a Rijkaard de ese "círculo" y es otra persona. Un círculo, además, que le tiene preparada la cama y que le han dicho de todo por sentirse atraído por una mujer discreta de dentro del club. Les han hecho la vida imposible, más a ella que a él, los mismos que le abrazan cuando gana o cada vez que putea al brasileño.
Rijkaard, probablemente, acordándose de esos tipos que le han amargado una luna de miel en la semiclandestinidad, ha rectificado su mensaje sobre Ronnie veinticuatro horas más tarde, para salir ahora en su defensa. Pero ya era tarde, porque las frases quedan, no se las lleva el viento. Como queda la frase que acaba de lanzar Txiki Begiristain: "Ronnie nos tiene que convencer". Convencer, ¿de qué?. Si acaso, el que nos tiene que convencer de lo que ha hecho durante casi cinco años en el club, es usted, señor Txiki Begiristain, que además de ser el secretario técnico más caro del fútbol catalán/español/europeo, no ha hecho nada desde que está en el Barça. Viajar y viajar, comer y comer, y en las horas libres (que son todas) jugar al golf. ¿Y usted tiene la cara de decir que Ronnie nos tiene que convencer...?
Ronaldinho, si acaso, lo que tendrá que hacer es hablar. Salir al paso de todo lo que se dice en el interior y en el exterior del club. Hablar y explicarse. Decir que hay de verdad en lo que se dice y que hay de mentira en lo que también se dice con la voz más baja.
Salir al paso y descriminalizarse convocando una rueda de prensa general, o dándole una exclusiva a Cristina Cubero para contarlo todo/todo. Se ha convertido en una periodista-mártir en su defensa. Casi la única que le queda.
Termino. Y lo quiero hacer (por su valentía) con una frase escrita por Emilio Pérez de Rozas en la última del diario "Sport": "Parece claro que se irá Ronaldinho, cristalino que no seguirá Rijkaard, ¿por qué debería de continuar Laporta? ¿Por contrato?. También la estrella y el "mister" tiene contrato en vigor y desaparecerán, fijo. ¿Por qué unos han agotado el crédito y el presidente, que llegó en utilitario y ya vuela en jet, debe continuar?.
Yo únicamente le añadiría a mi admirado Emilio Pérez de Rozas, que el presidente, así es, vuela en jet, pero también privado, y no se sabe todavía quién paga esos caprichos millonarios. Lo he preguntado al club y nadie responde. Ni el jefe de prensa, ni el jefe de protocolo, ni el presidente, ni la directiva, ni el defensor del socio, ni el presidente de colores (la última, de cebra) de la Comisión Económica del FCB.
Todos hablan de Ronaldinho, juegue o no juegue, esté lesionado o no, se borre o no, pero de los aviones privados del presidente, nadie dice ni pío.