lunes, 10 de mayo de 2010

Bienvenido al mundo real

Yo, al contrario de lo que hacen, entre otros, Salvador Sostres con todo su clan, no escribo al dictado de nadie. Y menos aún por promociones. Escribo por sentimientos/argumentos/razonamientos. Nunca me he vendido por nada. Y menos por un plato de lentejas, por muy del Drolma que sean. Lo digo porque andan por ahí, escribidores de tercera, habladores de cuarta y comilones/bebedores de lo que les echen (entre otras cosas) que hablan y hablan diciendo no sé qué de “Gol” y no sé qué de quién se esconde detrás de Diego Valor.

De entrada, además de no poner el cazo, ¡grave torpeza a lo largo de mi vida!, ni de asumir doctrinas de los grandes padres de la patria barcelonista, he tenido siempre una virtud entre mis múltiples pecados: hacer lo que me viene en gana. Haya estado en lo alto o en lo bajo de lo noria. Como decía don Camilo José Cela (gran futbolero) hay que ir de putas para aprender lo que es la vida. Y mejor, mucho mejor, una puta/puta que una marquesa/puta.

¿Y por qué digo todo esto? Lo digo porque voy a hablar del socio número 12.556 del Fútbol Club Barcelona. Es decir: socio del Barça mucho antes de la llegada de Johan Cruyff y su señora, a pesar de tener veinte años menos que ellos. Socio por razones familiares primero y socio por convencimiento y fe después. O sea, voy a hablar de un socio. No de quien primero ordeña la vaca blaugrana, después la sigue ordeñando y, al final como agradecimiento a tanto chupar, lo nombran socio/presidente de honor.

Es decir, voy a escribir sobre un socio de los que paga. No de los que cobra.

¿Y quién es el socio número 12.556? No es otro que Sandro Rosell, ese ser por el que vive obsesionado todo el laportismo, con el mediático a la cabeza. Yo creo que si no existiera Rosell habría que inventarlo. ¿A qué se dedicarían personajes como Joan Laporta, Ferrán Soriano, Marc Ingla, Joan Oliver…y gentes tan (in) cultas como los Sostres, Espadaler, Puig y algunos periodistas de noche y radiofonistas de mañana? ¿Qué harían todos ellos si en el epicentro del barcelonismo no estuviera un personaje como Sandro Rosell? Sería espantoso. La vida les resultaría mucho más aburrida. Ni los fichajes dudosos serían dudosos, ni las intoxicaciones serían las mismas. No necesitarían inventarse dossiers ni bacanales inexistentes. Bueno sí: se intoxicarían entre ellos, como ya comienzan a hacer ahora. Pero no tendrían el pim, pam, pum que durante éstos años han tenido con el socio número 12.556, o sea Rosell. Y es que dijeran lo que dijeran; inventaran lo que se inventaran, mintieran lo que mintieran, él, SR, pasaba (pasa) olimpicamente de tanto infundio. Lo que les irrita todavía más. Y es que eso de que un barcelonista se mantenga en silencio/callado durante días, semanas, meses y años sin decir esta boca es mía y menos aún caer en el campo de minas que permanentemente le han preparado, les pone a bajar de un burro. Sobre todo a Laporta. Y digo Laporta porque no puede entender cómo él saliendo todos los días en todas las teles, las radios y las prensas, incluso en Sábado Santo, el 1 de Mayo y el Día de Todos los Santos, el otro (Rosell) sin salir ningún día, ni a ninguna hora, ni por error, tenga más poder mediático y más poder real que él. Porque si preguntamos al socio de a pie, a ese que paga antes el carnet de socio que la hipoteca, quién hizo el cambio en el Barça le responde: Sandro Rosell.

-¿Y Joan Laporta?

Laporta se quedó con el cambio. Como siempre, no puso nada, pero se quedó con el cambio. Como siempre. Me dicen que por no pagar, no pagó ni los gastos de la campaña del 2003. Que lo pagó SR, y lo que no pagó SR, lo pagó la familia Echevarría y lo que no pagaron estos, Albert Perrín. Y es que a la hora de disfrutar, JL es el primero. Pero a la hora de rascarse el bolsillo es el último, si es que no hay otro primo que llega más rezagado.

Otra cosa es cuando paga el Barça, entonces es más generoso que nadie. Y su generosidad alcanza, incluso, a la llamada caverna mediática madrileña.

Cuando Sandro Rosell llegue a la presidencia, que llegara, porque con lo que hay para elegir, puede llegar a ser presidente sin bajarse del autocar. Y cuando esto suceda, Laporta tendrá más tiempo para sus cosas. Como, por ejemplo, dedicarle más tiempo a la diva uzbeca Guinara Karimova, la hija del presidente uzbeco al que sólo la sabiduría (y los huevos) de John Carlin se ha atrevido a publicar lo que parece no publicable. Naturalmente, en “El País”, porque el diario de Pedro Jota desde que Laporta le enchufó a Sostres ya no está para esas exclusivas. Y mucho menos con el aprecio que mi admirado director riojano (y lo digo sin rintintin ) siente por el presidente barcelonista desde aquel verano en que comieron en su chalé mallorquín el entonces respetable (en apariencia) Jaume Matas y hoy, por esas cosas de la buena/mala vida convertido en un “millet” más malloquín.

Decía que ese extraordinario periodista, articulista, escritor que responde al nombre de John Carlin –autor de ese espléndido libro “Factor Humano” llevado al cine por Clint Eastwood- acaba de publica dos páginas en el diario de Polanco y Cebrián (éste padre de un hijo barcelonista, coleccionista de ronaldinhos y messis) que no tienen desperdicio, y que les recomiendo su lectura. Bajo el título de “Laporta y la diva uzbeca” se puede leer: “El Barcelona ha hecho negocios con la hija del presidente del régimen del país asiático y uno de los peores tiranos del mundo, donde existen la tortura y el esclavismo”. Y añade entre sus destacados titulares: “El Barça es el único club extranjero que tiene vínculos comerciales con la entidad deportiva de Gulnara Karimova” a lo que el ex embajador británico Crtaig Murray opinó: “Estoy horrorizado. Es como haberse asociado con Adolf Hitler”

Y es que Uzbekistán, ese país tan admirado y celebrado por Joan Laporta, ingresa mil millones de euros al año por vender el algodón que recolecta un ejército de niños malnutridos.

John Carlin, ese gran periodista que ahora vive entre nosotros, en Sitges, con un hijo tan barcelonista como el que más, acaba su enriquecedor documento con estas palabras:

“Joan Laporta guarda silencio sobre su amistad y sus relaciones comerciales con el clan Karímov. Lo que sigue teniendo claro es el papel de su club como estandarte de los mejores valores humanos. En una entrevista con El Mundo en enero pasado, 16 meses después de que el régimen uzbeco le recibieran por primera vez con mucha pompa y gratitud, Laporta, que tiene aspiraciones políticas, declaró, sin la más mínima ironía: “El Barça encarna la épica que guía a la libertad a los pueblos sometidos”.

Con todo esto que se sabe de Laporta and Cía, y mucho más, y con una parte de la prensa más obsesionada en averiguar de quién es “Gol” qué en enterarse de esas dudosas amistades, no me extraña nada que un socio, el número 12.556, que nunca había soñado con ser presidente del Fútbol Club Barcelona vaya y de un paso al frente para serlo, empujado por miles de barcelonistas que a pesar de los éxitos del equipo, están alarmados con las andanzas de Laporta por esos países del terror y el crimen.

Cuando Sandro Rosell escribió su libro de “Benvingut al Món Real”, que fue todo un impacto de ventas, en las últimas líneas se podía leer: “Finalmente dejé claro que no he aspirado, ni aspiro a la presidencia del Barça, pero era obligado incorporar una coletilla, y es que, como dice un amigo mío, “nunca digas nunca”.

Gracias, pues, a esta providencial coletilla, hoy, Sandro Rosell, está en la parrilla de salida de estas elecciones presidenciales. Y de no presentarse en los comicios el socio número 12.556, ¿qué futuro le aguardaría al Barça con un títere en la presidencia, controlado por Laporta y con la complicidad de algunos que dicen ser periodistas y/o radiofonistas, adorando al becerro de oro y silenciando epopeyas escalofriantes como las narradas por John Carlin?

Para echarse a temblar. No sé si el Barça pasaría a pertenecer al Uzbekistán o el Uzbekistán pasaría a controlar el Barça. Sea lo que fuere es para, si lo prefieren, acojonarse. Eso sí, del palco blaugrana desaparecerían las flavias de turno o las simona ventura de turno para dar paso ni más ni menos que a Guinara Karimova, la hija y brazo derecho del presidente del Uzbekistán, el reino de la tortura y el esclavismo.

Evidentemente, Laporta, a nivel personal, seguiría prosperando, pero el Fútbol Club Barcelona dejaría de ser más que un club. Pasaría a ser una organización más de uno de los peores tiranos del mundo. .

Que lleguen las elecciones. Y que por el bien del Barça, incluso para aquellos que no les seduzca, que gane el socio número 12.556. No hay otra salida. No hay otra alternativa. O Sandro Rosell o Uzbekistán.

Que los socios elijan.