martes, 8 de enero de 2008

De Casillas a Zamora.

Iker está de moda. Pero no desde que Víctor Fernández dijera que es el jugador "más desequilibrante" de la Liga española. Desde el primer día, que el galés Toshack le hizo debutar en San Mamés, todos los focos se han centrado en este guardameta. Y es que Toshack, entre las buenas cosas que ha hecho, además de llamar cabrones a los jugadores, fue confiar en quién estaba llamado a ser santo y seña del madridismo. Del Bosque también confío, pero con ciertas reservas. Prefería la experiencia de César a la juventud de Iker. Por eso en la final de la "novena" dejó a Iker en el banquillo. El destino, pero, quiso que César se lesionara en el transcurso del partido y tuviera que salir el entonces suplente. Y paró lo parable y lo imparable. Lo que un día Di Stéfano dijo a uno de sus porteros: "Si quiere, no me pare lo imposible. Pero los balones que van fuera, no se me los meta".

Después de ganar la "Novena", ya no hubo huevos de devolverle al banquillo,. Iker es la referencia madridista. La pájara-de-Raúl durante dos años (¡ha resucitado!) ha convertido al joven guardameta no sólo en referencia sino en el símbolo e icono del madridismo. Cuando el equipo jugaba mal y perdía, Casillas era el mejor. Cuando el equipo ganaba, también lo era. En la efímera etapa galáctica se decía "Casillas para, y Ronaldo marca". Era en parte así. Porque el gran icono durante años ha sido Raúl y con él, Hierro, Roberto Carlos y Zidane. Los demás (Figo y Ronaldo) lo han sido pero en corto período de rendimiento.

Sin embargo Iker Casillas lo ha sido desde el primer día. Como los grandes guardametas. Empezando por el gran mito del fútbol español, el legendario Ricardo Zamora, que fue el primer icono del fútbol español. Aún no se había inventado la publicidad, que "El Divino" ya anunciaba chocolates. Aún era el fútbol marrón, que el Real Madrid ya pagó cien mil pesetas de la época (una bestialidad) por su compra al Español. Eran tan grande en el campo con sus "zamoranas" (despeje con los codos) que fue también el primer futbolista en protagonizar una película. Zamora lo fue todo en el Español, en el Barça, en el Real Madrid y en la Selección Nacional. Para todos, dentro y fuera de nuestras fronteras, Zamora fue el mejor arquero del mundo. Sin discusión. Cuando la República tenía problemas con la diplomacia extranjera, allí estaba Zamora. Cuando Franco tenía las fronteras cerradas, Zamora era la única llave internacional.

Todo lo que se ha dicho de él, es poco.

Hombres -y mujeres- se mataban por algo más que sus autógrafos. Con Samitier, en Barcelona, fueron los reyes del Paralelo. Tanto es así, que acabó casándose con una corista (una estupenda señora en todos los sentidos) de El Molino.

España (¿aún se llama así?) ha sido cantera de grandes porteros. Sobre todo norteños. Aunque paradójicamente los dos cancerberos considerados como los mejores en su puesto han sido catalanes. Tras Zamora, del Eixample barcelonés, el otro fue Antoni Ramallets del republicano e independiente barrio de Grácia. A Ramallets, en el Campeonato del Mundo de Brasil (la mejor clasificación española), la crítica mundial lo reconoció como el mejor "goleiro" del mundo. Sin discusión. A partir de entonces, Matías Prats padre (o ya abuelo) lo calificó de don. En la puerta española ya no volvió a jugar Ramallets. Era/es, Don Antonio.

Y al igual que don Ricardo, tuvo su película, "Once pares de botas". Uno de los mayores éxitos comerciales del cine español. Porque don Antonio, además de excepcional meta, era un galán. Ha sido el único guardameta en tener un pequeño espejo y un peine en la portería para, después de una arriesgada salida a los pies del contrario, darse media vuelta, coger el espejo, y mirar que estuviera bien peinado.

Abandonaba el campo como había entrado: impecable. Menos una vez que en el desaparecido Las Corts, en un partido copero, un delantero temible del Espanyol, Julián Arcas, le metió cuatro goles. Era el único que le tenía ganada la moral, tanto es así que, antes del partido, don Antonio le pidió a su entrenador que no le alineara. "Que ese (por Arcas) me las mete". Jugó, se los metió y fue la única vez que se olvidó del espejo y el peine.

Lo digo todo ésto, porque ahora, cuando se habla de Casillas, salen algunos medios elevando a la categoría de geniales a porteros que han sido buenos, pero sólo eso, buenos.

Los buenos, buenos, fueron esos dos, que eran algo más que porteros. Y los norteños, desde Vizcaya a Galicia, pasando por Guipúzcoa, ha sido la gran cantera de los cancerberos españoles. Los Eizaguirre marcaron toda una época. Empezó por don Agustin, pasando por el gran Iñaki y acabando por el "sevillano" Guillermo. Fueron excepcionales, en la Real, en el Valencia y en el Sevilla.

Antes de nacer Buyo, Galicia ya tenía su portero de oro: Juan Acuña. A los quince años ya era portero del Depor. Durante años, Barça y Madrid pelearon por su fichaje. Pero Acuña fue siempre fiel a su Depor. Era como aquellos maridos, leales al casamiento: "hasta que la muerte nos separe". Para los gallegos, Acuña ha sido su Zamora. Y después de Acuña, el céltico Manuel Pazos, uno de los porteros más espectaculares que ha dado nuestro fútbol. Juanito Alonso -¡que porterazo!- en el Real Madrid, y Ramallets en la Selección le cerraron la titularidad. Tuvo que triunfar y triunfó en el Atlético de Madrid y en el Elche.

Y los vascos. Punto y aparte. El Athletic encadenó una serie de porteros a cual mejor: Blasco, Lezama, Carmelo (el único en parar un penalty a Kubala y arrear un tortazo a un recogepelotas), Cedrún y Zubizarreta. Impresionantes todos. Sin embargo, el gran mito ha sido, y es -pese a los récords de Zubi- José Angel Iríbar. Al "Chopo" (el primero en sacar una ikurriña en San Mamés) le cantaban en cada partido su canción: "Iríbar, Iríbar, es cojonudo, como Iríbar no hay ninguno". Se permitió el lujo de ganar la primera y única Eurocopa de Naciones que ha ganado España, ante la URSS, acudir a la recepción de Franco y pasearse tranquilamente por Bilbao sin que nadie se lo recordara. Ni todavía se lo recuerdan.

El heredero natural de Iríbar era Cedrún, el hijo de Carmelo. Pero a pesar de hacer una gran campaña en el año de su debú, llegó Clemente y puso a Zubizarreta en contra la opinión de todos. A Cedrún no le tocó otra salida que emigrar pero en el Zaragoza siguió demostrando que era tan bueno como el que más.

La Real Sociedad era siempre el punto de mira de todos los que querían fichar un gran portero. Salieron y triunfaron de todos los modelos. El mejor de todos, por números, ha sido Luis Miguel Arconada, un monstruo. Dos ligas seguidas, que pudieron ser tres, si aquel argentino del Sevilla, Bertoni, no le marca dos goles en la penúltima jornada y les quita una liga a los donostiarras, que la merecieron. En ese partido, Bertoni y el Sevilla se llenaron de billetes blancos que hicieron posible que el Madrid fuera campeón. Fue el año que se hizo famoso el "así, así, así gana el Madrid", y es que se tiró los diez últimos partidos primando a todos los rivales de la Real.

Arconada fue un portero tan formidable que hizo emigrar de su sombra a otros extraordinarios compañeros: Esnaola, Artola, Urruticoechea....Para muchos, Esnaola era el mejor de todos, como lo demostró en el Betis. Pero Arconada se llevó los títulos y la internacionalidad. Y Artola y Urruti, además de internacionales, les tocó en el bombo el Barça.

El talón de aquiles de Arconada fue el equipo nacional. En la Eurocopa de Roma, a pesar de ser elegido el mejor portero del campeonato, tuvo un fallo al principio que nos costó una derrota. Y después en París, en la Eurocopa que se pudo ganar porque contábamos con la "flor de Muñoz", falló en el día clave, en la final.

Pese a todo, Arconada y Iríbar han sido los mejores después de Ramallets y Zamora. Sin olvidarnos de Juanito Alonso (Real Madrid, de unos reflejos extraordinario), José María Busto, santo y seña del Sevilla durante más de una década. o Enrique Yarza, también guipuzcoano, pero el valladar del Zaragoza de "Los magníficos" y los no magníficos.

En los últimos años, Buyo y Cañizares parece que han sido los mejores. Buyo pudo y debió ser más internacional, pero Clemente no fue justo con él. Para Clemente no existía otro que Zubizarreta que era su "apaga y vámonos". Y Cañizares ha topado con la eclosión Casillas, sino, habría sido internacional indiscutible muchos años más. Pero Cañizares topó con Zubi primero e Iker después. Y para colmo, con Koeman y Soler al final, que le impedirán probablemente llegar a los cuarenta años debajo de los postes.

Pero todo, y mucho más, lleva camino camino de quedar eclipsado por Iker Casillas, "San Iker", que a su edad puede batir todos los récords habidos y por haber en el fútbol español. Si las lesiones le respetan, va camino de ser el "Zamora galáctico".

Sólo le falta la película. La publicidad ya la tiene, y por lo que dicen, las mujeres le asedian. Es decir, casi un siglo después, ha vuelto a nacer Ricardo-Iker Zamora-Casillas.