viernes, 4 de enero de 2008

Basora, la deuda eterna.

Si tienes paciencia, lee esta historia. Si preguntas a tu padre o a tu abuelo por Estanislao Basora, no sólo sabrán quién es sino que les entusiasmará hablar de él. Basora ha sido al Barça lo que Gento al Madrid. No tan veloz en la banda. Pero con mayor talento. Y mejor, infinitamente mejor, a la hora de centrar balones. Como él, ninguno.

Este año se cumplen cincuenta años de su retirada. Fue un 29 de junio de 1958, la misma tarde que un jovencísimo Pelé de 17 años acaparaba las páginas de todo el mundo al proclamarse Brasil campeona del Mundo en Suecia. A miles de kilómetros al sur de Estocolmo, esto es, Barcelona, se jugaba un encuentro amistoso entre el Barcelona y el Enscheder, campeón holandés. Ganó el Barça por 8 a 3, con un festival de jugadas, centros y pases de gol del "noi" de Manresa (de Colonia Valls).

Era su último partido con la camiseta blaugrana. Atrás quedaban once temporadas de indiscutible titularidad. 373 partidos. 153 goles. Cuatro ligas y tres Copas conquistadas. Figurar en el once ideal del Mundial de Brasil 50. Una majestuosa exhibición en el Parque de los Príncipes de París la tarde que España goleó a Francia (1-5) con cuatro goles de su autoría que hizo que los galos se rindieran a sus pies mientras el más prestigioso diario universal de deportes, "L´Equipe", le dedicaba el gran titular calificándole como "el héroe de Colombes"...

Basora vivió los grandes años del Barça. Los de Samitier, que fue quien le dió la oportunidad; los de las ligas del uruguayo Enrique Fernández; los de las ligas y épicas del checo Fernando Daucik y Ladislao Kubala. Y formó parte de la más famosa delantera azulgrana de todos los tiempos, la inmortalizada por Joan Manuel Serrat: Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón. Además vivió y colaboró activamente en la tarde más gloriosa de Kubala, la que en un encuentro de Liga el Barça batió al Sporting de Gijón, con siete goles -¡¡siete!!- de Kubala. (¡Ah, si los llega a meter Cruyff!...)

Basora lo vivió todo. Incluso tuvo el valor de salir a jugar, cuando su padre, un importante administrador de una de las más importantes empresas textiles de la época, era asesinado por unos delicuentes que entraron a robar.

Fue un golpe tremendo. Tremendísimo. Pero Basora sacó fuerzas de flaqueza para ser el mejor siete del Barça, de Catalunya, de España y de Europa. No ha habido otro extremo derecho como él. Algunos citaran a Kopa o a Best, pero ni uno ni otro eran propiamente extremos, como antes se entendía al que corría la banda, pasaba bien, centraba mejor y no era chupón. Es decir, todo lo contrario de los Joaquín de turno, que es lo que ven las generaciones actuales.

Los que saben dicen que sólo ha habido un extremo superior a Basora en su banda, el brasileño Garrincha, con mejor dribling que el catalán, pero también con menos talento, dentro y fuera del campo.

Basora, que fue Basora I, a quien arruinó la carrera fue a su hermano menor, otro extroardinario extremo que por la presencia de su hermano no pudo hacerse nunca con la titularidad. Siempre que jugaba con el primer equipo del Barça lo hacía bien, pero lo hacía muy poco porque su hermano Estanislao nunca se lesionaba.

Cuando Basora, o Basora I, decidió retirarse, es decir ahora hace cincuenta años, el presidente que mandaba, Francesc Miró-Sans le prometió de palabra y por escrito un partido de homenaje. Era lo que se llevaba por entonces. Pero aquel homenaje....nunca ha llegado.

A Miró-Sans le sustituyó Juliá de Capmany (provisionalmente), después Llaudet, más tarde Narcís de Carreras, después Montal II, luego Raimon Carrasco (accidentalmente), a continuación Núñez, para seguir Gaspart, el interino Reyna y hasta llegar a Laporta.

Ninguno de ellos, pero ninguno, ha sido capaz de cumplir con la promesa que hace medio siglo un presidente del club se comprometió con el mejor extremo derecho que ha dado la historia de la Entidad, sin olvidar a Vicenç Piera.

Es sencillamente vergonzoso que unos presidentes que han homenajeado a todo y a todos (y mejor no remover nombres) no hayan tenido la sensibilidad para uno de sus más grandes glorias.

Para que lo sepas, hijo o nieto, de quien o quienes le vieron jugar.