lunes, 31 de marzo de 2008

Laporta, entre la política y el pozo.

Jan Laporta sólo tiene una salida: decir que se va. No tiene otra. Si quiere dedicarse a la política, lo menos traumático, lo más inteligente, lo menos dañino para su futuro, es intentar salir por la puerta menos pequeña del club. Todo lo que tenía que hacer en el Barça, ya lo ha hecho. Lleva años/muchos años, cargándose el club. Toda su trayectoria profesional ha girado en torno a la entidad blaugrana. No ha hecho otra cosa que servirse del Barça. Comenzó arrimándose a la candidatura de Ángel Fernández para darse a conocer. Formó parte del Grup d´Opinió para debilitar la imagen de Núñez. Ya que no consiguió su objetivo, fue uno de los artífices del Elefant Blau para derribar a Núñez. Participó en todas las tertulias habidas y por haber para seguir combatiendo a Núñez. No se sabía de qué trabajaba. Se sabía que era un abogado más, sin ninguna reputación profesional en la ciudad. El tiempo lo dedicaba única y exclusivamente a lograr un objetivo: llegar a ser un día presidente del FC Barcelona. Era su ambición, podía ser su salvación, y podía darle la notoriedad que necesitaba para sus asuntos particulares y en su sueño por ser un día Alcalde o Presidente de la Generalitat. Mejor President, porque la alcaldía, para un personaje de la ambición-sin-límites de JL, es poco.

Hoy leo dos artículos, de dos periodistas que acostumbro a leer, Dagoberto Escorcia en "La Vanguardia", y Ramón Besa, en "El País", y en ambos comentarios coincide una misma palabra: política. Dice Besa, en su buen artículo como siempre que "Laporta es más noticia como posible político en el futuro, que como presidente del Barcelona". Besa dice muchas más cosas en sus reflexiones que merecen ser leídas. ("Sentido del ridículo").

Al igual que Besa, hay que leer hoy a Dagoberto Escorcia en "La Vanguardia". Sólo el inicio de su comentario retrata la situación que vive el club: "Dejar todo como está es también una decisión. Pero probablemente esta sea la peor opción elegida por Joan Laporta, presidente del Barcelona. Es una decisión pasiva, diplomática, y quie intenta gobernar un club de fútbol como si fuera un partido político se equivoca en el concepto y en la esencia. El fútbol no es la política". ("Parálisis azulgrana").

La presidencia del FC Barcelona no ha sido nunca (ni lo será) un destino político. Los que quieran utilizar el club como plataforma política, se equivocan, y se equivocan en el Barça y en la política. Los socios eligen a sus representantes para que se preocupen del club. En lo deportivo, en lo económico y en lo social. Pero en primer lugar, en lo deportivo.

Sólo en una ocasión se aceptó una larga presidencia sin títulos, como fue la de Enric Llaudet, porque el socio comprendió que excepcionalmente la supervivencia del club estaba en peligro y era más importante sanear las cuentas que los goles, con todo el dolor de la afición que cuando va al campo, lo que quiere, por encima de todo, es ganar. Pero en aquellos años, los asociados querían (incluso los más forofos) acabar con la histórica deuda de la construcción del Camp Nou, por eso permitieron una larga estancia del presidente Llaudet porque sabían que, al final, arreglaría la situación. Como la arregló.

Pero Llaudet era un socio más. En realidad, yo creo que ha sido el Presidente-Socio, el más socio de los presidentes que ha tenido el club. Le venía de familia. Ya su padre (Josep Llaudet) salvó las finanzas del club en más de una ocasión. Gamper quiso que fuera presidente, pero él estaba para hacer barcelonismo, no para hacer presidencialismo. Fue, además, uno de los grandes impulsores del campo de la Industria, el primer campo serio/importante que ha tenido la entidad, antes de Les Corts.

Los socios del Barça cuando tienen que aguantar, aguantan; cuando tienen que apretarse el cinturón, se lo aprietan; cuando les piden derramas, refunfuñando, las hacen. Pero lo que nunca han permitido es a presidentes jugando a políticos, o a políticos que quieran ser presidentes. Hubo un presidente político, Suñol, pero lo fue transitoriamiente y anunciando su caducidad en el cargo el mismo día de su posesión. Pero Suñol (el presidente asesinado en la guerra) no lo quería ser. Le presionaron todos los socios, y todas las formaciones políticas, para que salvara al club de la difícil situación que se encontraba en los peores años de la historia de Catalunya, en tiempos bélicos.

Suñol fue al Barça en un acto de servicio, de patriotismo, no buscando una promoción personal. A Suñol le sobraba de todo. Tenía prestigio, tenía humanidad, tenía intelectualidad, tenía poder político, tenía poder periodístico, tenía poder fáctico, y entre sus negocios, tenía la empresa azucarera más importante de Catalunya, de España y de Europa.

Suñol, pues, fue un caso excepcional.

En los años sesenta hubo un personaje barcelonés que quería ser presidente del Barça para después dar el salto a la "política". Quería ser alcalde de Barcelona. Soñaba con ser el sustituto de Josep María de Porcioles. Pero antes necesitaba ser conocido. Promocionar su figura. Se inventó un Salón de Camping, pero eso y nada, era lo mismo. Le servía para que le hicieran entrevistas, le sacaran fotos y comenzara a codearse con los poderes públicos. Pero estaba obsesionado en ser presidente del FC Barcelona. Su nombre: Pedro Baret.

Baret era un tipo presumido/muy presumido. En aquellos años, le sobraba el dinero. La fortuna le llegó a través de su padre que la obtuvo de una manera poco transparente. Eran años que muchos se enriquecieron con el estraperlo, hasta con el racionamiento, y provocando suspensiones de pagos. La gente se arruinaba, pero ellos no.

Un día, en la puerta de Emporium, el cabaret más famoso de Barcelona, en la calle Muntaner antes de llegar a la Gran Vía, me encuentro un amigo, al volante de un espectacular (entonces) Porche plateado descapatoble, cargado de mujeres. Exactamente, ocho. Era las ocho mujeres más atractivas de un famoso Ballet extranjero. "¿Qué haces con toda esta "carga explosiva"?, le dije al amigo. "Voy a una fiesta. Me las ha pedido Pedro (Baret). Ha montado una fiesta, en la que hay también algún periodista, y faltaban mujeres...."

Baret se dedicó durante unos años a montar fiestas para los noctámbulos, y montar pisos para los diurnos. Tenía su ejército de prensa, y tenía su ejécito de "morenos", los barcelonistas más radicales que se propusieron llevar a Baret a la presidencia. Pero no pudo. Intervinieron algunas familias barcelonistas y junto a Samaranch y Porta (sí, Porta) lograron frenar la ambiciosa carrera de Baret a la presidencia. Entre todas las fuerzas sociales lograron convencer a Narcís de Carreras para encabezar una candidatura de unión, en la que también iba a entrar Baret.

Narcís de Carreras, todo un señor, todo un caballero, intentó la unidad barcelonista, pero le fue imposible. Y lo fue porque Baret, y los que le apoyaban, quería que fracasara aquella junta para entonces Baret tener el camino limpio hacia unas elecciones que todo el mundo estaba convencido ganaría. Era el personaje más popular de la ciudad. Jugaba la baza de Helenio Herrera que después de tantos años de fracasos deportivos, era el técnico más recordado por todos cada vez que el Barça perdía.

Baret dinamitó aquella junta y consiguió ir a las elecciones. Montal hijo era el oponente, pero existía el convencimiento de que Baret iba a ser el futuro presidente. La foto de Baret era más atractiva que la de Montal.

Recuerdo un día, en su despacho de Passeig de Grácia esquina Aragón, que ocupaba toda la planta. Un despacho impresionante. Él no hacía nada, pero tenía el mejor de Barcelona. Habíamos quedado citados para una entrevista. "¿Qué quieres beber?", me dijo. Era la una del mediodía. "Un vermut". !Vaya la que se lió!. Resulta que en su cámara de bebidas, había de todo, menos vermouth negro. Llamó al mayordormo: "El señor quiere un vermout negro, y aquí no hay". "Se lo terminaron ayer, y no me ha dado tiempo a reponerlo", respondió mansamente el mayordomo, excusándose del fallo. Yo, que hacía una hora había dicho que me era igual, que me pusieran una coca-cola, o un whiski, o un vino...no había forma. "Es la última vez que pasa. Eres un inútil Después hablaremos...", le sentenció el aspirante a presidente a su mayordomo,

Con aquella escena, más todo lo que sabía del candidato, y como yo no aceptaba sobres, algo frecuente en la prensa de la época, me fuí. Igualmente hice un reportaje sobre su candidatura a las elecciones, explicando lo explicable, y silenciando lo silenciable. El mismo día que se publicó una doble página sobre el candidato, me llama Pablo Porta para vernos en "Don Pancho", una cafetería-punto de reunión, en Travessera-Aribau. Me dice: "Te lo digo con cariño porque te aprecio: no juegues la carta Baret, porque Baret no será nunca presidente del FC Barcelona. Éste quiere ser presidente para resolver sus asuntos personales y después quiere ser Alcalde de Barcelona". Esa rotundidad de don Pablo me dejó helado. Es evidente que yo no jugaba ninguna carta, acudía a entrevistar a Baret por petición de mi "jefe", que siempre he tenido la seguridad que era de los tocados-por-la-varita de Baret. Como no era de los nocturnos, supongo que fue de los agraciados con el "nuevo comedor" para su hogar.

Resumiendo. Llegaron las elecciones entre Montal y Baret en Montjuic. Sólo se oían gritos de "Baret, presidente, Baret, presidente". Comenzaron las votaciones. Junto a Pablo Porta, que presidía la mesa, el delegado gubernativo que controlaba la urna. Se iban cantando las papeletas. Iba repartido el juego. Yo estaba detrás de la gran mesa y me dió la sensación que en algunas cartulinas que venía el nombre de Baret, se cantaba el de Montal. Varias veces tuve la misma percepción. Finalizado el escrutinio, se dió el nombre de Agustí Montal como nuevo presidente del FC Barcelona.

Don Nicolau Casaus, que apoyaba a Baret, reclamó a la mesa, y le dijo a Pablo Porta si era posible recontar las papeletas en aquel momento. "Pablo: yo creo que tiene que haber algún error. Las cuentas no nos salen". Porta, que ya había mandado precintar la urna, le contestó: "Se las acaba de llevar el delegado al Gobierno Civil....."

Agustí Montal abandonó Montjuic entre las protestas, y Baret, bajo palio. Pero Montal era el nuevo presidente del FC Barcelona.

¿Qué había sucedido?. Lo que me anticipó días antes Porta: "Baret no será nunca presidente del FC Barcelona".

Afortunadamente, en el transcurrir del tiempo, fue una suerte (una "cacicada milagrosa") que Pedro Baret no accediera a la presidencia del club. Dada su historia posterior (y anterior) no sé qué hubiera sido de las finanzas y el patrimonio del FC Barcelona. Lo que estoy seguro es que no hubiera llegado a ser Alcalde de Barcelona y el Barcelona, probablemente evitó una nueva crisis. Quizá, la más importante de su historia. Baret ya había dilapidado su gran fortuna personal.

Salvando las distancias, el Barça es un sueño imposible para aquellos que pretenden utilizarlo como trampolín político. Los barcelonistas no perdonan. Y cuando ven que quien dirige la entidad está más preocupado por sus ambiciones personales (y políticas), la historia no puede acabar bien.

A Laporta, el FC Barcelona, ya no le interesa. Le interesa su próximo paso. El problema es que el camino elegido ha sido el erróneo. Se puede engañar a uno, a mil, pero no se puede pasar la vida engañando a todos, y lo mejor que podría hacer es dejar paso a un nuevo ciclo, pero a un ciclo que empiece por su persona.

En el pozo no está solo Ronaldinho. En el pozo está también quien ha contribuido a meterlo, que no es otro que el máximo responsable de la situación y de la entidad.