viernes, 7 de marzo de 2008

Leyendas en el olvido.

A veces, siento envidia del Real Madrid. Envidia de cómo trata/cuida/mima a sus leyendas. No de otras cosas. Y también a parte de su prensa porque se ocupa con frecuencia de sus mitos (y no mitos), de sus viejos ídolos.

Me jode decirlo, pero es así.

Un dato. Aquí, mientras Kubala moría casi en silencio, el tan criticado Florentino Pérez convertía a Di Stéfano en presidente de honor del club. Y años después, siguen tributándosele homenajes para mantener viva la llama de su más grande estrella de los años cincuenta.

Muerto Kubala (y otros grandes), quedan en vida otras grandes leyendas del FCB. Entre ellas, Antoni Ramallets i Simón. Después de Zamora, el guardameta más grande que ha tenido el club,el fútbol español y uno de los mejores del mundo, por no decir el mejor.

Hace más de medio siglo, en los Campeonatos del Mundo de Brasil de 1950, periodistas y técnicos de todo el mundo, le eligieron el mejor guardameta del Mundial por sus prodigiosas actuaciones. Formó parte del Once Ideal junto a otros grandes fenómenos del fútbol mundial, como los brasileños Bauer, Zizinho y Ademir, los uruguayos Varela, Ghiggia, González, Tejera, y los otros dos españoles que compartieron honores con "el gato de Maracaná", el valencianista Puchades y el bilbaino Gainza.

Las paradas/los paradones/los vuelos de Ramallets en ese Mundial no los pudieron ver los aficionados catalanes y españoles porque no existía todavía la televisión en España. Estaba la radio, y la afición estaba pegada a aquellos viejos receptores escuchando los partidos que transmitía Matías Prats (padre) y que convirtió a Ramallets y al bilbaíno Zarra, en los grandes héroes nacionales.


Aquella leyenda, aquel mito, aquel héroes, Ramallets, será noticia los próximos días porque, a sus ochenta y cuatro años de edad, recibirá la Llave de Barcelona, un galardón que se entrega a grandes protagonistas de la vida de Cataluña. El honor, la honra, le llega con cierto al guardameta azulgrana, pero siempre es mejor tarde que nunca.

Muerto Kubala, Ramallets es la última gran leyenda del barcelonismo en vida. Quedan otras leyendas afortunadamente con vida (Biosca, Seguer, Segarra....). Pero Ramallets sólo ha habido uno, como Ricardo Zamora sólo hubo uno.

Don Antonio (como se le conoció popularmente por sus grandes actuaciones) nació en la Villa de Grácia, un barrio independiente y republicano que se anexionó a Barcelona a regañadientes. Los viejos gracienses, siguen considerándose gracienses, no barceloneses.

Ramallets jugó en el Grácia y en el Europa, y antes que se fijaran otros de sus excepcionales cualidades, Samitier, el gran fichador de la historia del FCB, se lo llevó al Barça, a pesar de que en aquel momento el club disponía de otro gran guardameta, Velasco. Pero Sami no lo dejó escapar: "Este chaval será el sucesor de Zamora". Y así fue.

No le fue fácil conseguir la titularidad del marco azulgrana. Fue cedido al Real Mallorca, al San Fernando (por el servicio militar) y al Real Valladolid, antes de reincorporarse al Barça. Y aún así tuvo que esperar su oportunidad, que le llegó por una grave lesión ocular de Velasco en Vigo que a punto estuvo de costarle la visión de un ojo para siempre. La feliz intervención del oftalmólogo doctor Arruga (de fama universal y gran barcelonista) hizo el milagro de curar a Velasco, pero su inactividad por la recuperación permitió a Ramallets en convertirse ya en un ídolo de la afición que llenaba siempre el desaparecido campo de Les Corts.

Ramallets, además de ser un extraordinario arquero, seguro por abajo, seguro por arriba, seguro bajo los palos, seguro en las salidas, era todo un dandy fuera del campo, pero también dentro de él. Llegaba siempre corriendo al marco, dejaba inicialmente los guantes, el gorro y una toalla en el fondo de la red. Sus jerseys eran inconfundibles (negro o verde, con el escudo del Barça en el centro del pecho). Y sus rodilleras blancas como el sol. Si llovía, se ponía los guantes.

Ramallets, terminaba el partido, con el peinado casi intacto, por mucho trabajo que hubiera tenido. Junto a Marcel Domingo (un guardameta francés del Atlético de Madrid y del Español), y Juanito Alonso, del Real Madrid, eran los porteros más elegantes.

Fue uno de los grandes galanes del fútbol catalán y español de los años cincuenta. Participó en una película que fue un gran éxito taquillero: "Once pares de botas", que protagonizaban José Suárez, Elisa Montes, Carmen Pardo, Pepe Isbert, Mary Santpere, y el también jugador internacional del Espanyol (y del Real Madrid), Francisco Javier Marcet, uno de los pocos futbolistas con carrera en aquellos años.

Un día, hablando con el director de aquella película, con el que yo tenía buena amistad, Francisco Rovira Beleta me dijo de Ramallets: "Como portero ha sido un número uno, pero en el cine también podía haber triunfado como galán. Podía haber sido el nuevo Alfredo Mayo o quien compitiera con Paco Rabal cuando éste era el galán del cine español...."

Durante los más de diez años que fue titular indiscutible en el Barça y en la Selección Nacional, Ramallets cerró el paso a magníficos porteros que fueron emigrando del club, uno tras otro, tras aguardar inútilmente su oportunidad. Ramallets no cedía el puesto, ni a su sombra. Por la suplencia desfilaron guardametas que triunfaron en otros clubs: Caldentey, Estrems, Celdrán, Larraz, Rodri II...Goicolea fue el que más duró en la suplencia. A Goico (que montó una empresa téxtil con el jovencísimo Luisito Suárez) le quisieron todos los grandes clubs españoles, pero su respuesta era invarible: "Prefiero ser suplente de Ramallets, que titular en otro club".

A mediados de los años cincuenta, cuando parecía que el cancerbero de Grácia podía empezar a flaquear, el FCB fichó al mejor guardameta de América, el argentino Medrano, teóricamente para sustituirle. El fichaje fue un nuevo estímulo para Ramallets, y Medrano (un grandioso portero) tuvo que coger de nuevo las maletas y regresar a su país: no había forma de quitarle el puesto a don Antonio.

Ramallets llegó al club, como hemos dicho, de la mano de Samitier, y con el gran Enrique Fernández en el banquillo debutó en el primer equipo. Pero sus años de grandes éxitos los vivió con Fernando Daucik-Kubala (la época de las 5 Copas) y con Helenio Herrera.

Como todos los grandes genios, tienen una tarde negra/oscura/aciaga. Su peor tarde como azulgrana coincidió con el momento cumbre del equipo, la tarde que toda Cataluña soñaba con la conquista de la Copa de Europa en Berna. Falló don Antonio por primera vez en su vida, falló su defensa que nunca fallaba y la delantera del Benfica hizo el resto. Tres-dos, en una desafortunada tarde en que la delantera azulgrana estrelló hasta cuatro balones en la madera.

Para Ramallets, como para la mayor parte de aquel mítico equipo fue el final de sus carreras. Salvo para Luis Suárez, traspasado en vísperas de la gran final al Inter de HH, por veinticinco millones de pesetas en un traspaso récord hasta aquella fecha.

El 6 de marzo de 1962, Antoni Ramallets i Simón, fue objeto de un grandioso homenaje en su retirada. En el Camp Nou no cabía un alfiler. Toda Barcelona/toda Cataluña, quiso estar en la última vez que Ramallets iba a vestirse de blaugrana. Fue ante el potente Hamburgo de Uwe Seler, uno de los delanteros más peligrosos de Europa. Esa noche, Ramallets se alineó unos minutos, cediendo el relevo al joven Sadurní que con el tiempo se convertiría en el guardameta titular del equipo, a pesar de que el Barça había fichado al valencianista Pesudo para reemplazar al irremplazable don Antonio.

Ahora, a sus ochenta y cuatro años, va a recibir la LLave de Barcelona, y las nuevas generaciones probablemente se enteraran de que el Barça tuvo un portero llamado Ramallets. Un guardameta que ganó seis Ligas, que ganó cinco Copas de España, que ganó cinco veces el "zamora" (algo que nadie ha conseguido igualar), que ganó Copas de Ferias, Latina, Pequeña Copa del Mundo....y que fue el gran galán entre los guardametas catalanes y españoles.

La próxima semana probablemente los diarios le dediquen una fotografía, un pequeño espacio, y que incluso hasta algún directivo esté presente en el homenaje que se le tributa. Y después de recibir la Llave, probablemente regresará al olvido.

No somos justos con nuestras grandes leyendas. Nos olvidamos con excesiva facilidad y comodidad de los que fueron nuestros grandes ídolos. No queremos saber nada de las gentes que hicieron grandes a los clubs, y que hicieron felices a nuestros antepasados. Es igual. No nos importan. A nuestras glorias, los enterramos antes de hora. Vivos. Parece que el ayer no ha existido. Que sólo existe el hoy. Así nos va.