sábado, 15 de marzo de 2008

Mesas, cucharas, tenedores y cuchillos culés.

La historia del Barça se ha escrito, además de en el campo, en los restaurantes de la ciudad. Desde siempre. Las tertulias barcelonistas las inventó el lotero Valdés, que además de repartir fortuna desde su popular casa de las Ramblas, fue el primero en convocar a los pioneros de la entidad para debatir sobre el club fundado por Gamper. Estos primeros debates se celebraron en la trastienda de su tienda, con una buena comida por en medio. Valdés, que por un error no figura entre los fundadores del Barça, la realidad es que lo fue, y fue uno de los grandes propagandistas del club, junto al intelectual y gran ideólogo de aquel naciente Barça, Lluís d' Ossó, familiar del fundador de las Teresianas. Los dos, Valdés y Ossó, fueron jugadores de los primeros equipos del Barça, los dos fueron directivos, además de mecenas y los inauguradores en sentarse en una mesa para coloquiar sobre el Barça y sobre aquel fútbo naciente.

Estas primeras tertulias-gastronómcas-barcelonistas se celebraban en un bar ya desaparecido de las Ramblas (casa Ramón), y también en Can Culleretas (en la calle Quintana), la casa de comidas más antigua de Barcelona, con más de siglo y medio de vida.

Más tarde, las comidas-futboleras-barcelonistas se llevaron a cabo en el restaurante de la Estación de Francia, que regentaban los Regás, una de las familias barcelonistas de mayor tradición. Es una lástima que el nieto de aquel Regás, Oriol, no haya participado en alguna de las directivas del Barça, o haya presidido el club. Hombres de su talento, creatividad e imaginación no abundan. Oriol Regás, barcelonista como pocos, ha sido un gran aventurero y un gran emprendedor, lo que no abunda. De joven, hace casi medio siglo, fue uno de los integrantes del junco Rubia que cubrieron la travesía Hong-Kong-Barcelona cuando el sólo hecho de navegar era una heroicidad, y mucho más si hablamos de esas distancias. Tres años después emprendió una nueva aventura, la operación-Impala, que consistió en cubrir veinte mil kilómetros a través de Africa en una moto. Otra proeza.

Oriol Regás fue, además, uno de los grandes impulsores de la "gauche divine", el creador de Bocaccio, la discoteca -"más que una discoteca"- que marcó toda una época en Barcelona, como lo ha marcado, Vía Venetto, su templo gastronómico donde creció Monje, su actual propietario. En todas las creaciones-Regás, el Barça ha estado presente. Si las paredes de Bocaccio o Via Venetto hablaran, conoceríamos buena parte de la verdadera historia barcelonista. Y, a veces, nos asustaríamos.

Otro de los grandes templos barcelonistas ha sido, durante muchos años, el restaurante "7 Portes", en los pórticos d`en Xifré. En el palacio culinario de Paco Parellada se gestaron fichajes, traspasos y se popularizaron tertulias en las que participaban los jugadores de la fama de Piera, Alcántara, Samitier, Escolá, Tudó...Entre manjar y manjar, nació allí la Agrupación de Antiguos Jugadores del Barça y allí mismo fue su local social.

Barça, cocina y tertulias, han estado siempre unidas. Los establecimientos Sala coparon las Ramblas y el barcelonismo durante muchos años. El impulsor, Esteve Sala Canyadell, fue presidente del FC Barcelona, y su hijo fue directivo. Sabían qué decían, qué pensaban, cómo respiraban los barcelonistas, sobre todo los de asiento y tribuna.

Durante unos años el barcelonismo pudiente, catalanista e intelectual, comía y debatía del Barça en el Agut d´Avinyó que regía un hombre culto y un gran señor, Ramón Cabau. De tanto escuchar hablar del Barça entre sus paredes, era probablemente el barcelonista mejor informado de la ciudad, pero incapaz de desvelar algún secreto barcelonista. Ramón Cabau, que iba cada día personalmente al mercado de la Boquería, un día, en una de sus depresiones, se quitó la vida en la propia Boquería al ingerir cianuro.

Por cierto, una de las tertulias más apasionadas sobre lo que ha sido y lo que ha representado el Barça, sobre todo antes/durante/ y después de la guerra incivil, tuve la oportunidad de vivirla en un almuerzo en el que estaban dos barcelonistas excepcionales, Manuel Ibáñez Escofet, padre de toda una generación de periodistas, y Jaume Miravitlles, un intelectual, ex comisario de propaganda de la Generalitat republicana y que vivió varios años en el exilio en París, México, Africa y Estados Unidos. Miravitlles, estuviera donde estuviera, siempre estaba pendiente de lo que hacía el Barça, club del que había sido jugador en sus años jóvenes. Ibáñez Escofet, fue asesor de varios presidentes barcelonistas, y dirigió la desaparecida revista "Barça" durante varios años. La discusión fundamental se centraba si los periodistas que eran barcelonistas y a la vez catalanistas en un régimen franquista, debían criticar o no a directivos y presidentes del mismo pensamiento en unos años que no había libertades de prensa y que ser catalanista no estaba muy bien visto, más bien lo contrario.

Sin embargo, tanto Ibáñez Escofet como Jaume Miravitlles coincidían que las tertulias barcelonistas más transparentes, más vivas, más apasionadas, las han protagonizado las gentes de a pie, los que no se podían gastar dineros en buenos restaurantes. El ejemplo más real, han sido las que durante años se han protagonizado en las Ramblas, a la luz de la fuente de Canaletas. Ahí se debatía el verdadero Barça, sin intereses por parte de nadie. No he visto en mi vida mayores discusiones y/o rajadas barcelonistas que en ese foro rambleístico. Ahí, los verdaderos culés, a los que les costaba sudor y lágrimas pagar el carnet de socio, los que no cenaban (de verdad) en cada derrota blaugrana, hablaban del Barça sin rodeos, y al pan le llamaban pan, y al vino, vino.

Hoy, hay pocas tertulias-de-verdad, de sentimientos auténticos. Las que hay son con la radio o la televisión por en medio. Y los periodistas, que generalmente saben más que los aficionados, hablan con el freno puesto cuando se trata de analizar o enjuiciar a los jugadores o a los dirigentes de casa. Y tienen miedo, casi terror, si tienen que decir lo que saben o lo que piensan de un presidente.

Aunque peor son, los que no son periodistas. Hay famosos que utilizan el privilegio de disponer de un micro o de una tribuna en un diario, para censurar exclusivamente a los jugadores. O mejor dicho: al jugador. Hay alguno de estos colaboradores de cinco estrellas, que aprovechan esas tribunas para ser una correa de transmisión de la voz de su amo. Y el amo, no es el dueño del medio. El amo, es el presidente del club que se convierte en intocable.

Cien años de comidas y tertulias barcelonistas, para acabar de esta triste manera.