martes, 11 de marzo de 2008

Colorin, colorado...

Sin querer caer en la profecía, todo apunta a que Laporta no pasará a la historia del FC Barcelona como uno de sus grandes dirigentes. Lo ha podido ser. Tenía todos los mimbres a su alcance para convertirse en un buen presidente y,además, disponer de las grandes puertas de la sociedad civil catalana para entrar por cualquiera de ella. Pero,en escaso tiempo, ha dilapidado su patrimonio personal. Basta ser un observador
del quehacer diario de la entidad que preside, de los acontecimientos cómo se han ido produciendo desde que alcanzara la presidencia, para comprobar que toda aquella magia-verbal que desprendía, era todo artificial.

En estos cinco años en la presidencia del FC Barcelona, JL ha hecho todo lo contrario de lo que ha venido pregonando. Si decía blanco, era negro. Si prometía algo, incumplía la promesa. Ha sido (es) un excelente trilero, con traje y corbata, que ha operado desde la presidencia de la primera entidad de Catalunya (después de la Generalitat) cuando sus trapichuelas eran más propias de una acera de la Plaça de Catalunya donde los trileros engañan diariamente a la clientela con unas artes de magia que ya quisiera para sí Juan Tamariz, y que nos perdone el mago por la comparación.

"De todo lo acontecido el año pasado el club no ha aprendido nada" escribía ayer Daniel Vázquez Sallés en el diario El País. Yo iría más lejos. De todo lo sucedido en los dos primeros años de su gestión presidencial, no sólo no aprendió nada, sino que desde su prepotencia/su engreimiento/su chulería/su despotismo ha convertido la presidencia en un pequeño reino, sólo rodeado de aduladores, echando de su mirada a los críticos y convirtiéndose en un dictador con corona pensando que ésto es Africa y no Catalunya.

JL no ha sabido gestionar nada/absolutamente nada. Todo lo que ha tocado lo ha estropeado. Desde las secciones al fútbol. Desde los empleados a las estrellas. Ha reinado (reina todavía) durante estos cinco años como le ha venido en gana, fichando a quien le venía en gana (siempre con desacierto), prometiendo lo que no cumplía (de ahí la desilusión de algunas estrellas)y rodeandose únicamente de gentes capaces de no llevarle la contraria.

El Barça va mal. Va mal en lo deportivo. Va mal en lo financiero. Va mal en lo social. Y la responsabilidad sólo tiene un apellido: Laporta, más preocupado por la política que por el club, más preocupado por las relaciones públicas que por el club, más preocupado por inflar el capítulo de personal de la entidad (ha doblado el número de empleados), más preocupado por los viajes -¿a cuenta de quién?- que por los goles...y así indefinidamente.

Laporta es una nueva versión de "Yo, Claudio, barcelonista", que se ha cargado todo el capital del club.

La crisis barcelonista es ya exageradamente duradera. Y no cesa. Va a más. La interna y la deportiva. La gente se ha desinchado, se ha desilusionado, ha perdido toda la fe en los jugadores, en los técnicos, en los directivos y, sobre todo, en el presidente. Basta poner el oído en cualquier sitio para escuchar el sentimiento barcelonista.

Ya no importa ganar la Liga, ni la Copa, ni la Champions. La decepción y el cabreo es tan grande, que la obtención de algún (o algunos títulos) sería un bálsamo momentáneo, pasajero, de felicidad catalana, pero no de orgullo por el presidente que se tiene. Lorenzo Sanz ganó dos copas de Europa en cuatro años y no le renovaron la confianza para un nuevo mandato. Estaban hasta la coronilla de cómo llevaba el club, de lo que día tras día les iba llegando hasta sus oidos.

JL ha querido copiar lo malo, y dejar de lado lo bueno. Ha preferido romper los espejos donde mirarse de los grandes presidentes de la historia del club. Ha elegido compañeros de viaje que indignan la dignidad de los socios, entre ellos, Angel María Villar y todo para seguir medrando en las altas esferas en busca de horizontes que le abran otras puertas que proyecten todavía más su gran ego personal.

Y ha seguido dejando el vestuario (aunque digan que no) en manos de su nada recomendable cuñado Alejandro Echevarría, que es el único que maneja a su antojo a parte de la plantilla por las mesas y manteles de la ciudad. Y desde que, con su visto bueno, AE sigue controlando ese vestuario, hoy convertido en la pasarela Cibeles, donde relucen los relojes, las pulseras y los collares de oro y diamantes, y aguardan a la puerta los coches más lujosos del mercado. Este Fútbol Club Barcelona ya nada tiene que ver con el que entusiasmó durante tres años a la afición.

Gane la Liga o no, gane la Copa o no, gane la Champions o no, ya nunca será lo mismo. Si ganan, será en un arrebato imprevisto de amor propio de algunos jugadores que por ahora no lo tienen. Si se pierden los títulos, e incluso se ganan, la entidad ya tiene un perdedor: JL, el "Harry Pooter" de las palabras, pero de las palabras huecas y engañosas.

Colorín, colorado....esta presidencia, esta directiva, este cuerpo técnico, se ha acabado.