martes, 18 de marzo de 2008

"Ronaldinhos de noche".

Hace unos días Antoni Ramallets fue objeto de un merecido homenaje. Se le hizo entrega, en un acto entrañable, de la Llave de Barcelona. Allí, junto a una de las grandes leyendas del FC Barcelona, estaban presentes otras viejas glorias de aquellos dorados años en que el Barça lo ganaba todo. Se sumaron directivos y prohombres del barcelonismo de distintas épocas, arropando al excepcional cancerbero.

De la actual junta directiva, sólo un representante, el directivo Rovira. Nadie más. Ningún alto directivo (ni bajo), ni técnicos representativos del Barcelona-de-hoy. Algunos se excusaron, o, peor, pusieron excusas. Naturalmente, no estaba Joan Laporta, a quien poco (nada) le dicen los hombres que han hecho grande el club. Era un acto menor, insignificante para él. A JL, del pasado, sólo le interesa Cruyff. El resto ni existe ni ha existido. Basta recordar lo que un día dijo por televisión, al ser preguntado si Kubala había sido el más grande de la historia de la entidad, "no puedo hablar de él, porque no le he visto jugar".

No es, pues, de extrañar, que en ese merecido homenaje a Ramallets no estuviera físicamente quien hoy maldirige el club. Se limitó a unas breves palabras móviles para justificar lo injustificable. Y como quien manda no estuvo, los mejor -o peor- mandados (Soriano, Ingla, Ferrer -el hereu-....) tampoco estuvieron presentes. Una vergonzosa vergüenza.

A lo que íbamos. A Ramallets, (elegido en el Mundial de Brasil el mejor guardameta del mundo), una periodista le preguntó si en su época los futbolistas salían por las noches. "En el Barça, como en el Real Madrid, toda la vida ha habido "santos".

Efectivamente, "ronaldinhos de noche", han habido todas las épocas. No es algo nuevo. Ya en los félices años veinte, los dos grandes genios de nuestro fútbol, Samitier y Zamora, eran tan célebres en el Paralelo (cuando el Paralelo era nuestro "pequeño París") como en Las Corts. Se decía que todas las grandes vedettes se peleaban por conquistar los corazones de los dos hombres más populares de Catalunya y de España. Samitier llegó a tener una habitación permanente en el Hotel Oriente, el hotel de la gran bohemia nacional e internacional. La segunda esposa de Zamora había sido una vedette de El Molino que, por cierto, le hizo el hombre más feliz del mundo hasta su muerte.

Las leyendas nocturnas de los grandes futbolistas, pues, han estado siempre presentes. Kubala, el más grande jugador de la historia del club, salía una noche sí y otra también. Junto a Kubala, sus inseparables Biosca y César, que arrasaban con las Ramblas y lo que no eran las Ramblas. Eran especialistas, además, en fugarse de las concentraciones en vísperas de los partidos. En los partidos más importantes, tanto Daucik (entrenador y cuñado de Kubala) como directivos del club, se quedaban haciendo guardia en el hall del desaparecido Hotel Vallvidrera para evitar que los ases se escaparan por la noche. Aún así, se escapaban. Con ocasión de un partido contra el Real Madrid, los directivos se dieron cuenta que, pese a la vigilancia, Kubala, César, Biosca y Moreno, no estaban en sus habitaciones a las cuatro de la madrugada. Hubo toque de alarma, y la casi totalidad de la directiva barcelonista estuvo recorriendo las Ramblas y el Barrio Chino en busca de sus ases. Dieron con uno de ellos, el menos figura (aunque extraordinario jugador), Moreno. Los otros tres aparecieron a no se sabe qué hora y Kubala tras llevarle alguién antes a los baños "turcos" para sacarle la tajada que llevaba encima.

La directiva de entonces dijo que aquellas salidas nocturnas no iban a repetirse más, que habría un castigo ejemplar. La realidad es que quedó en una multa....que fue perdonada quince días después tras una victoria. Eran años en que las artistas perseguían a los grandes futbolistas. Aunque la prensa de la época nada decía, toda Catalunya y toda España sabía que la gran Lola Flores estaba loca por Biosca y lo llegó a perseguir hasta en una gira que el Barça realizó por América.

A pesar de las amenazas de la directiva, los ases seguían haciendo de su vida su antojo. Sólo un jugador pagó los platos rotos, el menos famoso, Moreno (un extraordinario interior) que fue traspasado al Las Palmas, ante el cabreo y medio boicot de sus compañeros que sabían que lo traspasaban porque con ellos no se atrevían.

Como esos casos, cuatrocientos más. No quiero hablar de casos como el del gran ídolo del barcelonismo de los años sesenta, el uruguayo Julio César Benítez, que durante mucho tiempo fue el rey de la calle Tuset (cuando esa calle era el apogeo de la "gauche divine") hasta que el destino le puso punto final a su vida.

En la época de Cruyff-jugador, y de Cruyff-entrenador, como dice Ramallets "también han habido "santos". En esos años setenta, sólo se hablaba de las andanzas nocturnas de Hugo "Cholo" Sotil, pero el peruano no era el único, aunque cargó con las culpas de todo. Sotil, que había hecho una campaña memorable (la del 0-5 en el Bernabéu), al finalizar la temporada le dijeron que se nacionalizara español puesto que su plaza de extranjero la quería Michels para el recién fichado Neeskens. Le prometieron que en dos meses sería español, pero los dos meses se convirtieron en un año. Decepcionado y moralmente hundido, Sotil multiplicó sus salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada. Cada noche se le veía en "Las Vegas", un famoso local nocturno de la calle Aribau, al que acudían las más famosas y caras prostitutas de la ciudad, enamoradas de los "boleros" que cantaba cada noche Moncho. Sotil era uno más dentro de aquella decoración. Cuando regresó a la titularidad, ya no era el que había sido, pero de aquella situación fue tan responsable el técnico holandés Michels y la directiva, como el propio jugador, que después de la extraordinaria temporada que había hecho no merecía que le quitaran la plaza.
De aquel equipo "triomfant", no fue Sotil el único pecador. Hubieron más noctámbulos, algunos de ellos asiduos de "Los Tarantos", el tablao flamenco de la plaza Reial, aunque también abundaban los "pericos" porque la primera bailarina (Maruja Garrido) era/es españolista.

Eran la misma época en que ni los diarios deportivos, ni los de información general, no decían nada (como ahora, que tampoco dan nombres y apellidos) de las aventuras y desventuras de Barbara Rey y Carles Rexach, en que el "noi de Pedralbes" prometía fidelidad a la entonces despampanante vedette-presentadora de "Palmarés".

No quiero hacer extensiva la lista. Se puede hablar desde Di Stéfano (que se escapaba de Madrid a Barcelona a "correrla") a las fiestas sin límite de Maradona, o a las "noches sin límite" de varios de los jugadores que ganaron la Liga con Terry Venables, con la hija incluída.

Aquí han habido incluso entrenadores, como el argentino César Luis Menotti (el gran filósofo del fútbol) que para facilitar la "tarea" decidió poner los entrenamientos a media tarde para que, de esta manera, los jugadores pudieran dormir tranquilamente por las mañanas....Y de paso, claro, trasnochar también él. Era de los que cerraba Bocaccio a las cuatro de la madrugada.

Y el día que quieran, hablamos del ejemplar "Dream Team", cuyo lugar escogido para las pretemporadas, la población holandesa de Pappendal, fue calificado por el propio entrenador holandés como "peor que las Ramblas". Y no fue nunca Romário el más juergista de todos. El brasileño, sí, salía todas las noches hasta altas horas de la madrugada y no se escondía (ni casi bebía) pero los focos se colocaron en su persona, empezando por el entrenador, y eran otros los que se corrían las mayores juergas.

Hoy, todos los ojos, todas las miradas, todos los comentarios, todas las habladurías se centran en Ronaldinho. Se le dedican artículos, comentarios (nadie pone nombres y apellidos) e incluso portadas, ninguna para bien, claro está. Hoy, un diario deportivo se preguntaba en portada: "¿A quién quiere engañar Ronnie?".

Es evidente, y vuelvo a Ramallets, que Ronaldinho no es ningún santo, o dicho en el argot de la gran leyenda barcelonista es un "santo". Pero el brasileño no ha descubierto las noches en el último año. Las conoce desde que fichó y era santo y seña del barcelonismo. La diferencia entre el ayer y el hoy, es que las relaciones presidenciales y el jugador no sólo se han enfriado sino que son inexistentes. Pero igual que hay que censurar al brasileño, hay que responder con claridad y sinceridad a esa pregunta que se formula el diario deportivo. Ronnie, supongo, no quiere engañar a nadie. Todo el mundo sabe cómo ha sido/cómo es. Dicho ésto, ahora habría que preguntarse también ¿quién ha engañado a Ronnie?. Porque si Ronaldinho ha exagerado sus aventuras, incluso ha fingido lesiones en opinión del último parte médico, algo/mucho ha pasado por en medio, y no todo es culpa exclusiva del jugador.

Si hay un distanciamiento (que lo hay y grande) entre los que mandan en el club (y mandan cada vez peor) es porque, también, muy probablemente, han engañado al jugador con promesas no cumplidas en los días en que el presidente, los vicepresidentes, el "cuñadísimo", se daban codazos y empujones por sentarse junto al jugador y la familia prometiéndole y regalándole el oro y el moro, perros incluídos.

Los tiempos han cambiado. Ronaldinho, dicen, sigue saliendo por las noches. Pero también es casi seguro que ni es el primero ni es el único de la plantilla que lo hace, incluídos los que no son jugadores, pero ese es otro capítulo al que un día de estos les ofreceremos otras historias "para no dormir".

Hoy, Ronaldinho, es un ídolo caído/roto, que utiliza la directiva para desviar la atención cuando pintan bastos, de la misma manera que en junio pasado se fichó de prisa y corriendo (costase lo que costase, sano o lesionado) a Thierry Henry para que no se hablara de fracasos y se generaran nuevas ilusiones. Fracasado el francés, Ronaldinho sirve doblemente, para que todas las iras, sin excepción, caigan sobre su figura.

Termino. Hoy he leído en "El País", una entrevista con Álvaro Siza. El gran arquitecto portugués decía : "El arquitecto nunca es más importante que el edificio". Pues bien: en el Barça se da el caso de que este presidente (JL) se considera más importante que el club. Y ha hecho lo posible y lo imposible por, en un tiempo récord, cargarse la ilusión de miles de aficionados barcelonistas aunque con ello tuviera que dejar en ridículo a los servicios médicos, al entrenador y se haya llevado por delante al último gran ídolo del club. Como dice Dagoberto Escorcia en un magnífico artículo que escribe hoy en "La Vanguardia", titulado "Sin líderes en el campo y en el club", "Da la impresión de que los hombres que estaban dispuestos a vivir los mejores años de su vida en el club ya los han vivido".