lunes, 25 de febrero de 2008

De Messi a Di Stéfano y Maradona.

Por la cantera del Barça desfilan cada año infinidad de promesas. Unos se marchan y otros se quedan. Es como una lotería. Los técnicos a veces aciertan en el descarte y, otras, no. Sólo hablan cuando dan en la diana. Hoy, por ejemplo, Lionel Messi tiene ya muchos descubridores. Yo no sé si su fichaje por el Barça hay que agradecérselo a Minguella/Rexach/Rifé/Costas...Lo que sí sé es que si Messi hoy es culé, es fundamentalmente por la perseverancia de sus padres, y también, me han dichom por un intermediario, Horacio Gaggiol, que llamó a la puerta de Minguella para que éste a su vez le abriera la puerta del Barça. Todo ésto era en la época del denostado Joan Gaspart quién, probablemente, ni se enterara de su fichaje al ser un muchacho de trece años que no levantaba un palmo del suelo. Gaspart, entonces, estaba por otras cosas.

La realidad es que Messi se quedó y no le pasó lo que a otros excelentes jugadores que estuvieron a prueba, incluso viviendo en La Masía, y se fueron para después ficharlos. Laudrup y Litmanen, son dos ejemplos. El tiempo dirá si Cesc Fábregas es otro ejemplo. También Raúl Tamudo pudo ser blaugrana, pero casi un año después de que los técnicos estuvieran deshojando la margarita, llegó el Espanyol y se lo llevó. Otros sintieron nostalgia de la tierra, como el sevillista de moda, Capel. Y otros jugaron en el B y les dieron pasaporte, como el mallorquinista Güiza.

Con Messi no ha pasado, pero a punto ha estado de pasar. Estuvo con un pie y medio fuera del Camp Nou y con el otro medio ya colocado en Montjuich. En aquellos años, aunque Messi ya era un terremoto-goleador en las categorías inferiores del Barça, ni Txiki Begiristain ni Rijkaard estaban por él. Cada vez que lo iban a ver debían ponerse una venda para no verlo. Txiki y Rijkaard lo encontraban demasiado "enano", aunque se regateara a ocho, se tirara a otros ocho por velocidad y marcara ocho goles. Era igual. Ellos estaban obsesionados con otro delantero llamado Oriol Riera que le sacaba dos palmos a "la pulga".

Afortunadamente, llegó un amisto en Portugal y llegó, sobre todo, un Gamper en que armó el taco. Sólo faltó que aquella noche, después del partido, Fabio Capello dijera "si no lo quieren, me lo llevo ahora mismo". Entre la frase y que se enteraron que Dani Sánchez Llibre ya lo tenía medio apalabrado, cambió el rumbo del jugador. Y Messi, hoy, es el orgullo del barcelonismo, a pesar de que dudaran de él, y a pesar de que le siguen mirando de reojo por su fraternalidad con Ronaldinho. Que Ronaldinho siempre apoyara a Messi y que ahora Messi le devuelva el favor, y siga la amistad y admiración entre los dos, es algo aún no digerido por más de uno del interior.

Lionel Messi, por edad (20 años), dos ligas y una Champions, un hat trick al Real Madrid, un gol que dió la vuelta al Mundo (ante el Getafe) y en casi todos los partidos alguna jugada y algún gol que sienta cátedra, no necesita que -ahora- el presidente diga de él que es más que un jugador. Que es un extraordinario jugador lo sabemos todos, especialmente aquellos que no se perdían partido alguno cuando estaba en las categorías inferiores del Barça. Siendo cadete, junto a Cesc Fábregas, armaban el taco cada domingo. Pero entonces los veían cuatro.

El Barcelona necesitaba el triunfo de un argentino, y más si ha sido fabricado en casa. La historia (salvo rara excepción) ha sido cruel con los fichajes argentinos del Barça. A finales de los años cuarenta, llegaron tres formidables delanteros: Florencio Caffaratti, Marcos Aurelio y Mateu Nicolau, éste descendiente de mallorquines. Uno, extraordinario (Florencio), los otros dos, muy buenos. Ganaron dos ligas. La estrella y el gran ídolo era Florencio, un interior de un talento privilegiado. Pero su carrera duró lo que un manjar en la puerta de un colegio. En un Barça-Español de Liga, dió todo un recital de juego y volvió loca la defensa del Español con sus regates, sus pases y sus centros a César que marcaba un gol tras otro. El Barça ganó 5-1, César marcó cuatro goles...y Florencio se fue directo al quirófano, en una entrada temeraria de un defensa llamado Casas.

Aquel "diez" argentino en los escasos partidos jugados ya se había convertido en el gran ídolo de la afición barcelonista. Pero aquella brutal entrada acabó con su historial. Ya nunca más fue Florencio.

Los otros dos argentinos, Marcos Aurelio y Mateo Nicoláu rindieron bien, pero sin Florencio no fueron lo mismo. La visión de juego de aquel interior era extraordinaria.

Años más tarde, cuando el Barça recobró el fútbol-letal, el fútbol-galáctico de la época, dirigido por Ladislao Kubala que era como una apisonadora para los rivales, incluído el Madrid, la directiva del Barça se decidió a fichar otro argentino: Alfredo Di Stéfano. Meses antes de su fichaje, Pepe Samitier (el gran fichador de la historia del Barça) lo vió jugar un amistoso en Madrid con el Millonarios. Regresó de inmediato: "Hay que fichar a este monstuo. Con Kubala y Di Stéfano juntos no tendremos rival en el mundo en diez años". Samitier sabía lo que se decía. Santiago Bernabéu, que era un fan de Samitier, siempre decía a sus técnicos que estuvieran al corriente de los pasos de Samitier porque, en fichajes, no erraba uno. Y Bernabéu cuando se enteró de que Samitier lo quería fichar, movilizó tierra y cielo para frenar esa operación. Repitió las palabras del fichador barcelonista: "Kubala y Di Stéfano juntos, se acabó la Liga".

A pesar de las iras madridistas, a pesar de las presiones federativas y gubernamentales, Di Stéfano pudo ser barcelonista. En realidad estuvo en Barcelona y jugó dos amistosos con el equipo, pero el presidente azulgrana de la época, Enric Martí Carreto se equivocó al acojonarse. Por eso Di Stéfano no fue blaugrana a pesar de que en aquel momento "la Saeta" se quería quedar aquí. Fue el propio Di Stéfano, y Samitier, que le dijeron a Martí Carreto que se hiciera con los derechos de los dos clubs pertenecientes (River y Millonarios), pero Carreto hizo caso omiso y pensó que con los derechos del propietario (River) era suficiente. Se equivocó.

No supo, además, soportar las presiones políticas del momento. Ya sé que no eran fáciles, pero tampoco imposible. Hay un excelente libro sobre ese caso escrito por Xavier García Luque y Jordi Finestres (El caso Di Stéfano), con algunos matices, yo creo, por ser excesivamente generoso con la actitud de Martí Carreto. Pero merece la pena leerlo.

Ya saben la historia. La Federación Española, la Delegación Nacional de Deportes, el Gobierno, buscó una fórmula salomónica para resolver la mayor crisis del franquismo finalizada la guerra incivil: que jugara alternativamente dos años con cada club. Una parida. Martí Carreto cedió los derechos al Madrid y se quedó allí. Este fue el segundo error del presidente azulgrana: ceder. "Lo queréis así, pues así". Y ganar tiempo al tiempo.

Pero el Barça se quedó sin Di Stéfano que cambió el rumbo y la vida del Real Madrid.

Otra historia, también conocida por todos, afecta a Diego Armando Maradona. Sólo salir elegido Josep Lluís Núñez presidente, casi desde el primer día, Nicolau Casaus por una parte, y Josep María Minguella por otro lado, le hablaron de apostar fuerte por un joven jugador argentino, "El Pelusa". Lo cierto es que, por una vez, Núñez escuchó, y envió relativamente pronto a Carles Tusquets y Minguella a negociar su fichaje.

A pesar de ser un chaval muy joven, Maradona era ya un imposible. Yo, en aquellos años en que se disputaba el Mundial de Argentina-78 viajé en varias ocasiones a Buenos Aires y la afición ya presionaba a Menotti para que lo metiera en el títular. Menotti se lo llevó con los convocados pero pensó que era demasiado joven y que Argentina tenía un hombre-gol, matador, Kempes, como así fue. Pero recuerdo una tarde, en Radio Rivadavia, con el "gordo" Muñoz, el locutor más popular que ha dado Argentina, lanzando un reto por las ondas a Menotti: "Mete a Kempes y Maradona juntos, y ya no hace falta ni jugar el Mundial. Los rivales saldrán pálidos, descompuestos al campo...".

El Barça estuvo más de tres años tras la búsqueda de su fichaje. Siempre surgían problemas e incovenientes. Una vez eran los militares los que no querían que saliera, otras veces los federativos. Los únicos que querían eran los dirigentes afectados que ya comenzaban a gastarse los pesos antes de traspasarlo. Cysterpiller y Maradona querían venir. Tusquets (por cuestiones financieras y de divisas) y sobre todo Minguella, estaban más en Argentina que en Barcelona. Por fin, después del Mundial de España-82, Maradona se vistió de blaugrana. El Real Madrid, de nuevo, estaba acojonado. "Schuster y Maradona juntos, éstos arrasan". Pero no fue así. Una hepatitis dejó KO a Dieguito durante un tiempo y después el bilbaíno Goicoetxea (diga lo que diga) puso el resto. Envió a Schuster y a Maradona al quirófano. Y aquel Barça arrollador que prometía se quedó en un sueño.

Schuster era fuerte mentalmente, pero Maradona no. La hepatitis y la lesión fueron determinantes. Pero tan o más determinantes fueron los llamados "amigos", los llamados "consejeros", la inmadurez del jugador y las fiestas "camperas" que cada noche se montaban en territorio-comanche, en su casa de Pedralbes.

Núñez estaba hasta acojonado de todo lo que le llegaba a sus oídos y de los "vales de caja" que cada día pedía su apoderado. Maradona se lo fundió todo. El Nápoles le enseñó dinero-fresco-y tocante, y como además pagó al Barça más de lo que le costó, la afición se quedó sin uno de los mejores ases que ha dado la historia del fútbol.

El Barça, pues, ha tenido a Florencio, a Di Stéfano, a Maradona, entre los más grandes, pero no los ha podido disfrutar. Es hora de que Lionel Messi pueda ser disfrutado. No es ni Florencio/ni Di Stéfano/ni Maradona, pero puede llegar a ser tanto o más que los anteriores. Todo dependerá de él, de su padre Jorge (que es es quien negocia) y de los directivos del Barça.

Que la penúltima oportunidad de disponer un delantero-argentino-excepcional, llovido del cielo, pueda por fin ser el gran argentino de la historia del FC Barcelona. Que la directiva no lo impida. Si es amigo de Ronaldinho, que lo sea. Si quiere jugar junto a Ronaldinho, que juegue. Que no quede por los que mandan (técnicos/directivos). No nos carguemos el presente ni el futuro, que ya habrá más de un cacique del área que lo intentará con otros medios.

Tengamos la fiesta (que sea) en paz.