Hace unos días, el que dice ser vicepresidente deportivo del Barça, Marc Ingla, dijo que Ronaldinho era el mejor jugador de la historia del club. Siendo yo ronaldinhista puro, probablemente más que él, jamás se me ocurriría decir tal sandez. No me gustaría que me tacharan los más viejos socios barcelonistas de inculto/ analfabeto blaugrana.
Pero la historia no acaba aquí. Días después, en el espacio televisivo "59 segundos", le preguntaron a Laporta si estaba de acuerdo. El presidente dijo que para él, el mejor era Cruyff. Alguién le preguntó por Kubala. "Sé que fue el ídolo de mi padre, pero yo no puedo hablar de él (de Kubala) porque no le he visto jugar".
O sea, el presidente del Barça sólo habla de lo que ha vivido. Entonces, ¿por qué habla de Maciá, de Companys, de Gamper y otros muchos que ni ha visto, ni ha conocido, y casi me atrevo a decir que ni ha leído?.
Pues bien: a los señores JL y MI, les voy a decir que, mientras la historia no diga lo contrario, hasta hoy, ni Ronaldinho ni Cruyff son los mejores jugadores que ha dado la centenaria vida del club. El brasileño, no lo sé, porque no ha cerrado todavía su vida activa del club, y no soy profeta para vaticinar qué nos deparará el futuro. Pero Cruyff ya puedo decirle que no ha sido ni remotamente el mejor. No se puede tergiversar la historia. Cruyff ha sido uno de los más grandes del fútbol vistiendo la camiseta del Ajax. En ese club, sí entró en la leyenda. Pero en el Barça, como futbolista, no hizo otra cosa que jugar una temporada, ganar una Liga y al cabo de cinco años, ganar la Copa. En el interín (cuatro años), no hizo nada de nada. En aquellos años setenta, yo viajaba asiduamente con el Barça y lo veía jugar allí y aquí, y se paseaba allí y aquí. Vivió de las rentas del primer año. Y nada más. Hay que empezar a desmitificar la figura de Cruyff-jugador-del Barça para no engañar a las jóvenes generaciones. Cruyff, lo que hizo después de ganar esa Liga, fue cobrar más dinero que nadie, quitar y poner técnicos y jugadores, y dedicarse a realizar campañas publicitarias en su propio favor.
Muchos jugadores han sido más/mucho más que el holandés. Lo que no han tenido es el aparato propagandístico del que disfrutó él.
Señores JL y MI: mientras no se demuestre lo contrario, el mejor jugador que ha dado la historia del FC Barcelona se llama Ladislao Kubala. Hasta la llegada del astro húngaro, las grandes leyendas del club fueron Alcántara/Sagi Barba/Piera y, sobre todo, Josep Samitier. Aquellos barcelonistas que están cerca de los cien años de vida, se lo certificaran. Y probablemente se pronunciaran por Kubala porque fue el futbolista que lo revolucionó todo y el futbolista que hizo necesaria la creación de nuevo campo, el Camp Nou.
Samitier, siendo excepcional, no fue el causante de un cambio de campo. No jugó en el campo de la Industria. Se estrenó ya en Las Corts. Kubala, en cambio, comenzó en Las Corts y convirtió su aforo en insuficiente. Es cierto que el presidente Montal-padre ya se había planteado la posibilidad de un nuevo estadio, como fue la anticipada compra de parte de los terrenos en los que se levantó el Estadi. Pero es que Kubala, con su juego, obligó al cambio de escenario, porque eran casi tantos los aficionados que entraban al campo de Les Corts, como los que se quedaban fuera en las puertas de "la bombonera" sin poder entrar y originando un grave conflicto ciudadano.
Los que conocen bien el fútbol desde hace más de medio siglo, les hablaran siempre de tres jugadores, por encima del resto. De Pelé, como goleador. El más genial y letal dentro del área. De Di Stéfano, como el más completo, el más extraordinario y el más trabajador. Di Stéfano estaba en todos los sitios. Era el mejor organizador de su equipo, el mejor pasador, el mejor rematador y el mejor defensa. Lo tenía todo. Le faltó ganar un Mundial, que pudo ser el de Chile-62, pero una lesión probablemente impidió a España -y a él- conseguir el primer campeonato del Mundo. Y lo mismo le pasó a Kubala respecto a Pelé, la falta de al menos un mundial.
Pero Kubala fue el gran revolucionario del fútbol. Fue el jugador que aportó la mejor técnica. Lo que nadie nunca había hecho sobre un terreno de juego. Fue un maestro en el lanzamiento de faltas. Nunca antes nadie había aportado su técnica a la hora de ejecutar una falta por encima de la barrera de jugadores. Nunca antes nadie había lanzado los penalties como los lanzaba él. Hasta la aparición de Kubala, la pena máxima se ejecutaba como un fusilamiento: chutazo impresionante a puerta y a ver que pasaba. Kubala fue el primero en aplicar la técnica, en engañar al portero, en situar el balón junto al poste y por la escuadra. Sólo un guardameta le detuvo un penalty, Carmelo (el padre de Cedrún). En aquellos años era materialmente imposible detenerle un penalty.
Pero, además, Kubala era todo arte y todo potencia física. Verle conducir el balón era una maravilla. Nadie, antes que él, avanzaba con el cuero pegado a los pies y la cabeza alta observando la posición de sus compañeros y de los rivales. Y dominaba las dos piernas que eran una maravilla. Uno de los problemas que tuvo es que le gustaba insistir en el regate, sobre todo si un defensa contrario le había hecho una entrada fea/violenta. Entonces le provocaba con el balón en los pies y si podía le dejaba sentado en el suelo. Ésto le costó serios problemas y gravísimas lesiones. Pasó más de diez veces por el quirófano, y siempre superó las adversidades. Era un portento. Incluso superó una tuberculosis al creársele una caverna muscular. Le dieron por no apto para el fútbol, en lo mejor de su vida deportiva. Pero un médico, el doctor Requesens, lo recluyó tres meses y medio en Monistrol de Calders haciendo vida sana/sana/sana y se recuperó para la vida normal y para el fútbol. Y volvió a ser el que era.
"Ningú com en Kubala", dice Joan Manuel Serrat en una de sus famosas canciones y quien inmortalizó aquella célebre delantera de "Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón".
Si el presidente del Barça, o el vicepresidente deportivo, tienen duda de quién ha sido el mejor, ahí tienen un monton de socios que pueden hablar de lo que ha sido y ha representado Kubala en el Barça. Empezando por Serrat, pasando por Jordi Pujol o Pasqual Maragall que ya lo disfrutaron en Les Corts, o por una serie de célebres superviviente de jugadores del Barça que ya estaban en el Barcelona antes de la llegada de Kubala y que jugaron con él: Ramallets, Seguer, Biosca, Manchón, Basora, Segarra, Vergés, Olivella....
Pregunten a esos ilustres por Kubala, pregunten a esos ilustres por Cruyff u otros. O, si lo prefieren, pregunten al cronista de La Vanguardia (y de la ciudad), Lluis Permanyer, que además de conocer bien la historia del Barça, ha vivido parte de ella, entre ello, el fichaje de Kubala por el Barça cuando acompañó a su padre, entonces vicesecretario del club, a las oficinas del passatge de Méndez Vigo donde firmó el jugador en presencia de Agustí Montal, de Jaume Guardiola (directivo responsable deportivo del club), Rossend Calvet y el gran fichador que fue, Josep Samitier. Pregúntenle a él.
Kubala fue, además, todo corazón/todo generosidad. Parte de lo que él ganaba, iba a la gente más necesitada. Pero sin decirlo. Sin pregonarlo.
Lo que ha hecho Kubala como jugador del Barça no lo ha hecho ningún otro. Es el que más hat-triks ha marcado. Tiene todavía la hazaña de haber metido en un partido de Liga (Barcelona 9, Sporting de Gijón 0), siete goles. Sólo el bilbaino Bata ha logrado la misma cantidad en la historia de la Liga. Ha ofrecido los mayores recitales de futbol que se recuerdan en un campo de fútbol, como una tarde que le marcó cinco goles al Celta en partido también de Liga o cuatro a Osasuna en la misma competición.
Kubala ha sido, técnicamente, el más grande. Dicho por el propio Di Stéfano, dicho por el propio Pelé, dicho por el propio Puskas, dicho por todos los grandes monstruos del fútbol: "La técnica de Kubala no la ha tenido ningún otro futbolista", han coincidido todos.
Tuve la suerte de verle jugar en sus últimos años, y su imagen la tengo inmortalizada en mi memoria. Pero, sobre todo, he tenido el privilegio de conocerle personalmente. Durante el día, durante la tarde, durante la noche. En Barcelona, en Madrid, en Buenos Aires, en Atenas, en Zagreb...y sé de la humildad, del corazón, de su grandeza como persona. "Es demasiado bueno. Es casi tonto....", me decía una y otra vez una de las mujeres que más le ha querido, que más hizo por él (Lina, que seguro estás en el cielo con él).
Que todo un presidente del Barcelona como Joan Laporta, sea incapaz de hablar de él, porque no lo ha visto jugar, me parece realmente vergonzoso, indigno de un dirigente del Barça.
Mire Laporta, mira Ingla, no voy a ser yo quien siga hablando sobre Laszy. Voy a reproducir una carta, escrita con el corazón, por uno de los mejores amigos de Kubala, Gustavo Biosca, horas después de su muerte. Una carta sincera/auténtica/verdadera en la que no se esconde de nada, en honor de quién ha sido el mejor futbolista de la historia del club. La escribió en el diario El País
"Te has ido tú antes, Laszy".
Leí una vez una frase que decía: nadie muere mientras no se le olvida. Y eso me reconforta, porque sé que Kubala seguirá en mi pensamiento y en el de muchas personas a lo largo de los años. Sí, es cierto, se ha marchado. Pero morir no morirá nunca. Los recuerdos del pasado se hacen ahora más lúcidos que nunca. No olvidaré el día que le ví por primera vez en Sarrià, ni el momento en que llegó al Barcelona; sus primeros pasos en nuestro equipo, las veces que comió y durmió en mi casa y la sincera amistad que nació entre nosotros y que permaneció el resto de nuestras vidas.
Era un hombre fuerte, excesivo a veces y lleno de contradicciones. Fue un niño que se hizo mayor, que precisó de protección por su timidez, por su excesiva generosidad, por su brutalidad en ocasiones. Pero todo lo bueno de él surgía de pronto cuando alguien le ponía un balón en los pies. Entonces se le veía feliz. Parecía un niño al que le acababan de dar un caramelo. Y comenzaba a jugar, a hacer cosas que los demás no podíamos ni imaginar. A sus pies, el balón comenzaba a coger efectos especiales, pegaba por dentro y por fuera, sorprendía al portero cuando lanzaba las faltas con parábolas desconocidas hasta entonces.
Cuando estaba en el campo, a todos los jugadores nos daba la impresión de que no podíamos perder. Era un auténtico líder. Dominaba el juego y la técnica y eso le daba un ascendente sobre los demás. Creaba un ambiente de optimismo y ganador porque sabíamos que en cualquier momento podía plantarse ante el portero y marcar un gol. Era rapidísimo. Aunque pesaba 78 u 80 kilos, nadie en el club le superaba en velocidad. Sólo Manchón, pequeño y ágil, le vencía en los 25 metros. Pero a partir de ahí era intratable. Transformó e inventó el fútbol. Nos enseñó muchas cosas. Sólo con verle entrenarse y jugar ya aprendíamos.
A veces, al final del entrenamiento, me decía: "Gitano (así me llamaba), quédate un rato conmigo". Él seguía entrenándose, pero a mí eso no me gustaba. Y luego proseguía por las tardes en el césped de su casa, tocando el balón tres o cuatro horas más. No sabía hacer nada más. Era su vida. Salía siempre en defensa de sus compañeros. Si alguien abusaba de Moreno, un interior zurdo de poca estatuta que jugaba con nosotros, Kubala amenazaba al defensa. Pero, sin el balón de por medio, sólo una vez agredió a un rival.
Sin embargo, se convertía en una persona muy peligrosa cuando alguien le provocaba a él o a alguno de sus compañeros. Salíamos los dos muchas veces con César, un hermano para mí, y a los tres nos gustaba la vida nocturna. Éramos guerreros. Y Kubala resultaba duro y sangriento en las peleas. Había sido boxeador de pequeño, en Hungria, y lo dejó porque tenía los brazos demasiado cortos para su peso. Recuerdo que una noche estábamos con Paco Rabal (el actor de cine) y cuando él y yo nos levantamos Kubala ya había tumbado a tres personas. Daba miedo.
Se ha comentado muchas veces que bebía mucho y que jugó partidos sin haber dormido. Y es verdad, aunque lo hizo en contadas ocasiones. Bebía porque comía mucho. Pero lo quemaba todo en los entrenamientos. A veces, cuando no llegaba a una sesión, Samitier me decía: "¿Dónde está Olegario?". Iba a buscarle. Sabía dónde encontrarle. Y entonces era el más sacrificado. No se le notaba nada porque físicamente era un superdotado.
Su mayor contradicción era que, pese a su fortaleza física, se convertía en un ser muy vulnerable cuando topaba con personas necesitadas o con seres desgraciados. Tal vez porque él pasó una infancia muy dura y difícil, entonces lo daba todo. A veces tuvimos que ir tras él para recuperar objetos íntimos, como algún reloj y otras joyas. Una vez se encontró a una familia durmiendo en la calle. Les llevó a una pensión y les pagó tres días de estancia completa. Sabía lo que era la miseria.
En los últimos años ya no estaba muy fino. El Alzheimer se estaba apoderando de él y agudizó su carácter infantil. Pero entonces se mostraba mucho más inofensivo. Tenía miedo de todo. La última vez que le ví fue cuando estaba ingresado ya en el hospital. Gaspart vino a buscarme y me llevó, casi a hurtadillas, a su lado. Él ni siquiera me reconoció. Le di un beso y me despedí. Recordé que en nuestras salidas nocturnas frente a dos copas, solíamos apostar. "Tú te morirás primero, gitano", me decía, "porque yo estoy más fuerte".
Te has ido tú antes, Laszy. El whisky lo pago".
Querido JL: he escrito ésto para que, a partir de ahora, cuando te pregunten por Kubala puedas decir algo más que silenciar su historia y su vida argumentando que no le has visto jugar. En vez de llenarte tanto la boca de Cruyff, Kubala también ha existido, y como dice en esta carta el propio Biosca (supongo que sabes quién ha sido Biosca), "nadie muere mientras no se le olvida".