El Realísimo de las renovaciones-vitalicias, el Madrid de Calderón que viaja con el ego a tope, repartiendo fotografías suyas en vez de la de sus ídolos, dió un nuevo paso atrás en la carrera por la Liga, demostrando que (sin árbitros) es un equipo humano, que puede ganar a cualquiera, pero también puede perder incluso ante los Hombres de Paco (Betis). En el Madrid, cuando no está Robinho y Guti ya se siente titular-y-genio, pasa lo que pasa, que empieza a ceder terreno al Barça. Y aunque cinco puntos son todavía muchos puntos, lo cierto es que ya tiene que sentir el aliento del rival, aunque el rival lo dirija Rijkaard. Y si además hay la suerte que dónde no llega el técnico holandés, llega un tal Bernardino González Vázquez empeñado en convertirnos en un madrid-bis-arbitral (un gol, el de Henry, ayudándose con el brazo, y un penalty en su imaginación), eso provoca que Laporta abandone el palco con el pecho hinchado y diga que "yo nunca he hablado de los árbitros. Y hoy estoy contento, muy contento, feliz, muy feliz".
Si este presidente (JL) se siente de maravilla ganando así, de esta manera, sin actitud/sin personalidad y a-lo-Realísimo, ya está dicho todo.
En cambo Joaquím María Puyal, que además de mejor persona, es más profesional/más honesto/y más higiénico que el presi que nos toca sufrir y padecer, sólo terminado el partido de La Romareda se preguntó reiteradamente: "¿Y por qué no estamos contentos?".
Con la complicidad y profesionalidad de ese excelente equipo que le rodea, Puyal dijo, sin rodeos/ni tapujos: "Ganar así, no gusta". Y lo dijo desde lo más profundo de su corazón barcelonista. Y lo comentó porque no le gusta engañar a su fiel audiencia de Catalunya Rádio. Otros pueden engañar. Pero él, no. Y puntualizó: "Sin actitud, no hay confianza; y no vemos actitud en el campo". Dicho ésto, agradeció sumar tres puntos más y el Madrid tres puntos menos. Pero una cosa es ésta, y la otra maquillar/mentir el espectáculo ofrecido por un equipo que este año, en refuerzos, ha costado un ojo y parte del otro. Casi tanto dinero como el del basket, para que, después de seis meses que llevamos de competición, sigamos sin ver aquel Barça-Fantástico que nos prometió JL, y que el líder de los nuevos fantásticos (Henry), sigue paseándose por el campo, marcando de vez en cuando algún gol y precisando, a la hora de golear, de algún árbitro complaciente o algún defensa rival. Y todo para llevar, a estas alturas de Liga, únicamente siete goles. Los mismos/mismos que el proscrito Ronaldinho, con la diferencia de que éste, el brasileño, sigue avergonzado en la humillación del banquillo, viendo cómo su entrenador alinea antes a cualquiera, Titi, incluído.
Ya acabo. He dejado para el final, la pregunta que me hice en el minuto ochenta y tres del partido cuando don Bernardino González Vázquez quiso ser generoso y obsequió al Barça con ese penalty-bomba. Y digo bomba, porque un penalty, desde el sofá de casa es fácil marcarlo, pero en el campo (véase antes Diego Milito) y en las circunstancias actuales del brasileño, era menos fácil acertar. Porqué Ronaldinho, antes de ejecutarlo, con aquella mirada triste/perdida, ya nada risueña, se estaba preguntando lo mismo que usted y yo: "Y si ahora fallo, ¿qué?".
¿Se imaginan lo qué sucede si Ronni falla el penalty....?
Ni me lo quiero plantear. Ya veo a JL y parte de su ejército-plumífero, incluído el de los fogones, machacando al brasileño sin dejarle ya ni respirar. Pero Ronnie no falló. Y es que yo creo que cuando se dispuso a lanzar la pena máxima y miró con aquella mirada perdida, en vez de ver a César en la portería, estaba viendo a JL y sus huestes. Por eso tiró, por la escuadra, pero a matar. Yno erró para desconsuelo de más de uno.