martes, 13 de julio de 2010

Cruyff, la bandera de la oposición

Pero es una oposición de camisas viejas.

Y dos de los barcelonistas más revelantes de los últimos años, ya les han hecho llegar que con ellos no van esas trincheras, a la vez que felicitaban (por escrito) al nuevo presidente.

El corazón de los buenos barcelonistas difícilmente aguantaría lo que se esconde debajo de las alfombras.

Dicen que Sandro Rosell está dispuesto a demostrar que al Barça no lo preside un jeque sino un socio.

Yo pensaba que los cien días de tregua a un presidente era una tradición de ley. Pero me he equivocado. Sandro Rosell va a ser la excepción. La oposición, aunque escondida/muy escondida, pero que se le intuye a través de alguna que otra pluma y a través de algún que otro radiofonista, ha decidido no sólo no concederle los cien días de rigor. ¡Ni uno! ¿Y qué coño pasa? Pasa simplemente que no han digerido todavía el triunfo arrollador de Rosell. Y pasa, además, que todos los negocios/negocietes (más negocios que negocietes) corren peligro. Saben, esa oposición aparentemente en la clandestinidad y sobre todo en el silencio, que Sandro Rosell no es un muñeco, ni un títere en manos de nadie y que es capaz/muy capaz de tirar de la manta y hacer lo que otros presidentes no se han atrevido a hacer: levantar las alfombras (incluso los sofás) y llevarse por delante a quién sea. Repito: a quién sea. Lo único que puede frenar al nuevo presidente es el corazón de los culés. Especialmente el corazón de los más entrados en años y de aquellos que con sudor y lágrimas pagan religiosamente y haciendo un gran esfuerzo su cuota como socios de la entidad. Esto, el corazón-culé de los más delicados es lo único que puede frenar el ímpetu de un presidente que, por el contra, es capaz de tener más aguante y paciencia que nadie. Pero todo tiene un límite. Y Rosell también lo tiene, porque si fuera por ganas/ganas/ganas, mañana mismo convocaba con carácter de urgencia una Asamblea extraordinaria de Socios y les informaba de lo que, en sólo una semana se ha encontrado. Y entre la mierda encontrada, hay de todo. Pero de todo en mayúsculas.

Como Sandro Rosell todo esto (y más) se lo olía desde fuera y ahora lo está confirmando y reconfirmando con creces desde dentro, es por lo que su primera/primera decisión fue contratar para el cargo del maloliente Oliver a uno de los ejecutivos más duros que conoce Catalunya en las dos últimas décadas: Antoni Rosich, ex hombre de los Carulla, ex hombre de Abad en los Juegos Olímpicos, ex hombre de Lara en España y en todos los países de habla hispana, para poner órden en las cuentas y en el personal de la casa, y hasta miedo/miedo/miedo entre aquellos que se han sobrepasado en sus funciones o que se han aprovechado más de la cuenta del sentimiento de los barcelonistas. El terror que Rosich ha impuesto entre los golfos a la semana de llegar, no tiene tradición en el club. Su primera decisión: saber qué ha pasado, saber qué pasa y cortar de raíz toda corrupción y/o corruptelas. Sus decisiones, respaldadas todas por un tranquilo pero impecable presidente y secundados por una junta directiva sin contemplaciones, es imponer como primera base de todas la honestidad. Y la segunda, stop sin miramientos a los salarios extralimitados. Rosich ha comenzado por sí mismo y sus primeras negociaciones con los pocos recién llegados ha sido también de una dureza que ha llegado a hacer dudar a más de uno si le valía la pena ingresar o no. “De aquí no paso” ha dicho –y dirá- por activa y por pasiva.

La elección de Antoni Rosich no ha extrañado a los que bien conocen a Sandro Rosell porque dentro de la apariencia agradable y hasta dulzona del nuevo presidente, es una persona de impecable dureza a la hora de abordar el tema económico. No es tacaño, todo lo contrario, pero no tira el dinero que es muy distinto. Y más aún si este dinero no es suyo y es de una colectividad, y más/mucho más si esta colectividad es la barcelonista. Esto le viene de tradición familiar. Ya su padre, Jaume Rosell, uno de los grandes gerentes que ha tenido el club, era inflexible en los gastos y números del club. Para los Rosell el dinero de los socios del Barça es sagrado. Y lo es que si el padre ya tuvo en su época diferencias notorias con sus propios compañeros de junta (y jugadores) por este tema, el actual presidente Sandro no iba a ser menos. Ni lo será. Llámese cómo se llame. Sea quién sea. Rosell, por el bien del club, está dispuesto de momento a tragarse más de un sapo. Pero de momento. No eternamente. Y si hay parcelas en las que no quiere alteraciones ni tensiones, no quiere decir que esté de acuerdo con todo lo que se ha hecho y en aceptar todo lo que se le pide. Sandro Rosell es de los que, ante la injusticia, el capricho y/o el abuso, pone límites. Pero límites totales. Él, por una foto o por una sonrisa, no dirá caprichosamente sí a todo. Para Rosell el Barça, única y exclusivamente el Barça, está por encima de todo y de todos. Y no está dispuesto a seguir engrandeciendo la ya espantosa deuda del club ni está dispuesto a que algunos, en nombre de un falso barcelonismo, sigan enriqueciéndose brutalmente. Que ganen dinero, sí. Pero entre colmar los deseos insaciables de quienes sean y el club, Sandro Rosell siempre elegirá lo segundo, el club. Y al socio piensa explicarle todo/todo lo que, como ya he dicho, el corazón culé esté dispuesto a soportar. Porque si al socio de corazón culé/culé, de corazón caliente, se le dice todo/todo, desde cómo han funcionado las ventas de entradas hasta los alquileres de todo tipo, pasando por unas nóminas desorbitadas y todos los chollos que cada día/cada hora aparecen, porque donde no llegan los nuevos ejecutivos, llegan los trabajadores honrados dispuestos a contar lo incontable, habría una revolución barcelonista.

De entrada, el presidente Rosell ha dicho: los guardaespaldas para otros. Y los cochazos, sean de compra o de alquiler, también para otros. Y que la gente, sea quien sea de dentro del club –pero sea quien sea- que sepa que hasta equis kilómetros se viaja en clase turista, que no pasa nada ni nadie enferma. El que quiera lujos y caprichos, que se los pague. “El Barça no lo preside un jeque, lo preside un socio”, dicen que es su pensamiento, no su expresión.

Y otras de las primeras cosas que se han hecho, que ha hecho el nuevo hombre-fuerte del club, Antoni Rosich es ir recogiendo las tarjetas visas y otras cosas que, por pudor, me callo. ¡Ah! Y que el presidente Rosell no se aloje donde se alojaba su antecesor. Y también que algún que otro mobiliario de descanso, de relax o de vaya usted a saber, al contenedor.

En el Barça de Rosell, de Bartomeu, de Vilarrubí, de Faus, de Arroyo y del resto de la junta directiva, comenzando por el primerísimo de sus ejecutivos, Antoni Rosich, la fiesta se ha acabado. Al menos, la fiesta interior. La que no se ve, pero se siente/se siente.

La pelotita puede entrar o no entrar (algunos de los ex ya desean fervientemente que no entre) pero que a este Barça que lleva la marca del socio número 12.556 y que ha sido votado como a ningún otro en la historia, no lo va a reconocer ni la madre que lo parió, de esto estamos seguros.

Ni las promociones van a ser como antes. Y menos a golpe de portadas y/o editoriales. Hasta en esto van a cambiar las cosas, que ya es mucho cambiar cuando hay quien todavía con poder va y dice: “yo, a esto me dedico”. Y se quedan tan anchos.

Todas estas futuras turbulencias que significan el cambio, el gran cambio barcelonista, ha puesto en pie de guerra a la oposición. ¿A qué oposición? Se preguntaran algunos ingenuos. Pues a la misma que ha existido siempre y que está a punto de cumplir sus Bodas de Plata. Y es que los Laporta y cía (en los que naturalmente incluyo Cruyff y su portavoz periodístico-no-únicamente periodístico) llevan dedicándose a la oposición barcelonista cuando estaba Joseph Lluís Núñez y ahora que ha llegado Sandro Rosell. Incluso han sido oposición presidiendo y controlando el club porque durante esos lastimosos años se han dedicado a atacar y arrear a los que estaban entonces fuera, valiéndose de la siempre dispuesta y predispuesta colaboración de algunos medios de comunicación escritos de colores y no colores (algunos adictos a un famoso mercado barcelonés) y otros desde los púlpitos de las ondas, incluidas las emisoras de los curas. Precisamente desde el púlpito de los curas antes influyentes, su estrella a la baja y quien le aconseja y asesora, más laportista que el propio laporta, no se han bastado durante todo estos meses en entrevistar única y exclusivamente a las gentes del ex presidente que ahora se han lanzado a la búsqueda y captura del nuevo presidente, con intoxicaciones y falsedades, aprovechando la presencia (grabada) de Cruyff. Y es que Johan Cruyff que ya fue durante años la bandera de la oposición barcelonista, ha regresado a sus viejos tiempos y por mucho que el actual presidente se desviva por pasar página y tenderle la mano, son tantos/tantos los intereses que rondan a su alrededor que es imposible ese estrechamiento de manos. Y es que su entorno/entorno no lo quiere porque lo único que quiere es que “el mal sueño rosellista” dure lo menos posible en su actual lugar y volver a dominar el club en la máxima expresión de la palabra.

Pero, como decía al principio, apañados van esos “profesionales de la oposición/posición”, por mucha bandera cruyffista que enarbolen. El nuevo presidente los tiene, como mínimo, tan grandes y bien puestos como los tuvieron algunos de sus predecesores, y no sé porqué me vienen rápidamente a la memorias presidentes como Llaudet anteayer y Núñez ayer que se enfrentaron a quien hiciese falta, por mucho poder que tuvieran sus rivales. Y es que la honradez que desbordaban y el no meter la mano dónde no debían, les valió lo único importante en el club: el respaldo del socio. Y aunque la pelotita no entrara, los socios dieron aliento durante años/años tanto a Llaudet como a Núñez. Y es que al socio se le engaña de vez en cuando, pero no permanentemente como pretende esa “nueva” oposición que ya huele a naftalina.. Todo ese martirio cruyffista no obedece a otra cosa que a intentar ponerle las cosas difíciles a la nueva junta directiva. Pero van apañados, repito. Ese despliegue que ayer hacia un diario de colores vendiendo lástima-Cruyff, no traga. “No seré presidente de honor aunque lo pidan los socios”. Mire señor Cruyff: no aceptar un cargo inexistente. Y eso de que “Es normal que Pep sólo quiera renovar un año: ya no estamos Laporta, Txiki y yo”, le añadiré que usted había dicho mil veces que usted no estaba en el Barça. Y aún recuerdo una entrevista en “La Vanguardia” en el año 2003 después de las elecciones en las que proclamaba a los cuatro vientos: “Núñez y yo ya no pintamos nada en este club”. Por lo que se ve, usted, querido Cruyff, ha seguido pintando y mucho y pretende seguir pintando apoyado por ese “clandestino entorno” que naturalmente de clandestino no tiene nada. Y esa amenaza con el nombre de Guardiola por en medio, ojo no les salga a todos el tiro por la culata.

El Barça, sin la bandera de Cruyff ha vivido, vive y vivirá. Lo que ya no sé es si vivirán mucho tiempo los que pretenden enarbolar su bandera en señal de guerra. Aquí habrá guerra hasta que el nuevo presidente quiera. De entrada, ya hay algunas bajas importantes con las que probablemente pretendían contar en un futuro. De los ex importantes/muy importantes en este Barça de Laporta, dos, con mayúsculas sus apellidos los dos, ya han dicho (por escrito) que felicitan al presidente elegido por los socios y que se ponen a disposición del club. O sea: la oposición/oposición se va a quedar reducida a la de siempre. A la de hace casi veinticinco años. Pero con la diferencia de que ahora, ya se conoce cuál es” el interés por el barcelonismo que les mueve “ como a algunas (pocas, pero algunas) de las plumas y los micros que les apoyaban se intuye -¿o ya se sabe?- porque lo hacían…y pretenden seguir haciéndolo pensando que “lo” de ellos, nunca será descubierto…pero, al final, todo se sabe. Y no hace falta rastrear nada. Te lo ponen en bandeja.

Oposición sí, pero de camisas viejas.

Nota del autor: algunas claves las desvelaré. Y desvelaré, en un futuro, hasta donde el corazón culé resista. También alguna munición debe de quedar en la recámara. Por si las moscas, saben.