lunes, 20 de julio de 2009

Primero yo; después Dios.

No he conocido persona más arrogante/prepotente/mentirosa/rencorosa/falsa que Joan Laporta. !Y eso que he conocido gente! Pero dificilmente con tanta desfachatez como él. Quizás, algún columnista dedicado a relatar panfletos con aspiraciones literarias y/o algún que otro perverso juntaletras, con fama de duro, pero más pelota que el primero. Excepto estos dos abanderados del laportismo, amantes del canapé y lo que caiga, es difícil encontrar en la actualidad un tipo como JL, que ha tenido la suerte de encontrarse con un equipo, con unos jugadores, con unos ex directivos que han construido todo y después ha traicionado a todos, sin dejar rastro ni huella de todos los orígenes que motivaron el cambio/el gran cambio.

Ya he dicho en más de una ocasión que conozco (casi) todas las andanzas de este presidente vanidoso desde cuándo era un don nadie (Passeig de Sant Joan), pasando por cuando seguía siendo otro don nadie (Pipper´s) hasta hoy que sigue siendo lo mismo por muy revestido de presidente que aparezca ante la opinión pública. También Chavez y Ortega son presidentes. Y ¿qué?.

A lo largo de mi vida he tenido oportunidad de conocer, como ex presidentes y presidentes del Barça, a muchos de ellos. Conocí ya en sus años difíciles, fuera del cargo, a Francisco Miró-Sans con el que departí más de un almuerzo en "El pollo a l'ast" y más de un aperitivo en "Don Pancho". Le conocí con sus miserias pero también con sus humanidades. Fue el presidente que construyó el Camp Nou y creó un equipazo con Helenio Herrera al frente. Pese a todos los éxitos deportivos y todos los récords, acabó siendo expulsado por la masa social barcelonista. No le querían ver ni en pintura. Y no por sus cambios de camisa, del azul oscuro al azul claro, sino por el gran agujero económico que dejó en el club. Durante su mandato, la entidad y él, o él y la entidad, vivieron por encima de la realidad. Su sucesor en la presidencia, Enric Llaudet, necesitó varios años para enderezar la economía del club, hasta que consiguió la recalificación de los terrenos de Les Corts. Fueron años duros los de Llaudet. Sin éxitos deportivos y con muchos dolores de cabeza. Aquella recalificación (distinta al pelotazo que ahora se pretende) fue un balón de oxígeno para el club.

Lograda la estabilización económica, corregidas todas las interiodidades heredadas de la época Miró-Sans, Llaudet dejó la presidencia. Le sucedió un señorazo: Narcís de Carreras, a quien ya tuve el privilegio de conocer, como presidente del Barça y de La Caixa. Llegó a la presidencia por consenso de todas las fuerzas vivas del barcelonismo, pero dentro de aquel cesto directivo, había un personaje sin escrúpulos, prepotente y vanidoso, que acabó cargándose su propia directiva: Pedro Baret. Un día les hablaré de él. Le conocí bien. De día y de noche. Cuando lucía cochazos y acabó en la Modelo. Su objetivo era ser presidente del Barça para dar el salto a la política. Estuvo en puertas/puertas de ser alcalde de Barcelona. Para fortuna del barcelonismo, Agustí Montal le cerró el paso en el Barça, y para suerte de los barceloneses, algunos grandes prohombres de la sociedad civil catalana impidieron a ultísima hora alcanzar el sillón de la plaza de Sant Jaume.

Después llegaron Montal (quien más hizo por la catalanidad de la entidad y también del país) y Núñez (quien más ha hecho por el patrimonio del club). Con virtudes y defectos, muy distintos el uno del otro, dos grandes presidentes, de los que todavía están por escribir las mejores páginas. Y que hay que escribirlas.

Después de ellos, Joan Gaspart. Creo que el mejor regalo a su época presidencial, es no hablar de ella. Callar es el mejor favor que se le pueda hacer; salvo que siga empeñado en defender públicamente a Laporta y entonces habrá que levantar las alfombras que no quiso levantar Laporta.

Reyna duró menos que un suspiro. Nada se puede decir.

Y ya estamos en Laporta que después de muchos años de incordiar, de derribar, de utilizar a todos, logró aglutinar un gran equipo directivo que cambió, modernizó y levantó la entidad, mientras él (JL) se dedicaba principalmente a dejar las alfombras tal y como las había dejado su aliado Gaspart.

Estos años el equipo ha funcionado de maravilla. Con todos los defectos que quieren añadírsele. Con Ronaldinho vino la ilusión, la fantasía y la magia; con Eto´o, los goles; con Puyol, la garra; con Xavi, la organización; con Iniesta la humanidad y con Messi de nuevo la ilusión y la esperanza ilimitada.

De éstos últimos seis años, el único sobrante ha sido el presidente de hoy. Con él, como sin él, todo habría funcionado igual. O mejor. Porque ahora conocemos los éxitos deportivos pero no conocemos de verdad/verdad los interiorismos. No sabemos si la economía tiene la misma cara que nos intenta hacer creer que es. La verdad es que no me fío y no me fío porque no creo en el personaje que está utilizando el club para sus ambiciones personales.

Escribía el otro día Dagoberto Escorcia en La Vanguardia que "Dicen los que han conocido muy de cerca a Joan Laporta que ésta de "pit i collons" es una de sus frases preferidas. Las cosas se hacen por huevos o no se hacen. Para el presidente del Barça todo se reduce a una cuestión de testosterona".

Efectivamente, es así. Pero yo que conozco sus andanzas desde los Maristas al Pipper´s, cuando hace años ya me pedían colaboración para sus ambiciones, puedo decir que Laporta es mucho más peligroso que lo que su falsa sonrisa aparenta. No parará hasta hacer lo imposible por dejar un presidente que le sustituya para seguir moviendo los hilos del Barça lo que ya considera su finca particular. Y no parará tampoco hasta lograr su gran ambición: ser presidente de la Generalitat, primero utilizando políticos para después derribarlos.

Si hace unos días, desde el programa "59 segundos" de TVE no cerró la puerta a su futuro ingreso en la política, ayer desde el "Avui" lo quiso rematar: "Lluitaré pels drets i la llibertad de Catalunya". Como si todos los que han hecho la transición política y ciudadana hasta hoy, no hubieran hecho nada. Como si Cataluña estuviera exenta de derechos y libertades.

Lo dicho: primero yo y después Dios. Un impresentable, a pesar del equipo.