Nos acabamos de enterar: Calderón quiso cargarse a Raúl del Real Madrid. Con un año de retraso, Capello lo ha desvelado. El italiano tenía ganas de decirlo. Calderón ha tenido que tragarse las palabras del técnico. Ya lo puede desmentir el presidente, que entre la palabra del técnico y la del dirigente nos quedamos con la del entrenador.
Capello puede caer antipático a algunos por el fútbol que práctica. También discutible. Pero cuando habla es para decir verdades. Aunque duelan.
Calderón, en cambio, intenta cuidar las relaciones públicas. Dar buena imagen. Pero miente más que habla. Nunca nos ha gustado. El Madrid es él. Los demás no pintan nada. Ni sus antecesores. Ha criticado vilmente a Florentino Pérez e, incluso, ha cuestionado la figura de Santiago Bernabéu. Cuando se le ha preguntado de qué vive, ha dicho que Bernabeu vivía del club. Puede ser. Pero el patriarca no hizo nunca una vida de exhibiciones. Ni la menor ostentación. De Madrid a Santa Pola. Del fútbol a pescar.
Calderón, sin embargo, se exhibe por todas las partes. Es presumido. Muy presumido. Potente y prepotente. Y yo me apunto a los que se preguntan de qué vive. Sólo se le conocen sus banquetes, fiestas y viajes con el Madrid. De su trabajo poco. O nada. Todo el mundo sabe/sabía qué hace/hacía Florentino Pérez.
Es la diferencia.
Lo último que me faltaba conocer era ese propósito por intentar deshacerse de Raúl. Objetivo frustrado. Es cierto que Raúl ha atravesado una crisis. Si se quiere, una fuerte crisis deportiva y goleadora. Pero entra en la lógica. Desde los 17 años es titular indiscutible y referencia del madridismo. Algún día tenía que tener un bajón. Y lo ha tenido. Lo tuvo hasta Di Stéfano/Pelé/Maradona/Kubala. El más duradero fue el de Cruyff. De sus cinco años en España, sólo jugó la primera temporada. Pero cobró en oro las otras cuatro. Y ahora critica. Vive de la crítica.
Ahora, Raúl, ha resucitado. Me alegro. Se lo merece. Ha sido (es) un ejemplo de jugador, de goleador y de futbolista. Y es una institución ya en el Real Madrid y en el Fútbol Español. No podía salir por la puerta falsa como pretendía su presidente. Si la vida es justa, se irá antes del Real Madrid Calderón que Raúl. Y con una diferencia: Raúl se quedará por vida. Inmortalizado.
El caso Calderón y Raúl me recuerdan al de Laporta y Ronaldinho. Tampoco se sabe muy bien de qué vive Laporta. Habla de su despacho de abogados. Pero ese despacho -cuando menos antes de ser presidente- tenía más telarañas que clientes. Se pasaba la vida tramando cómo y de qué manera acabar con Núñez para llegar él. Fue su obsesión y su trabajo. Y desde que alcanzó la presidencia no ha hecho otra cosa que hablar, hablar, hablar. Comer, comer, comer. Viajar, viajar, viajar. Relacionarse en pro de él más que del Barça.
Al igual que Calderón con Raúl, Laporta también tiene una obsesión: ver la salida de Ronaldinho. Por mucho que diga palabras en favor del brasileño y le elogie, nadie -o pocos- le creen. Laporta también miente más que habla. Y en el caso de Ronaldinho todavía más. Nunca ha digerido los éxitos del gaúcho, y su sueño es verle lejos del Camp Nou. Para ello, se ha rodeado ya de un "ejército de periodistas" a su favor que no dejan de machacar al brasileño. El domingo, sin ir más lejos, un importante diario barcelonés titulaba "De número uno a uno más". Mayor crueldad, imposible.
Es decir, Ronaldinho no puede tener las horas bajas que tiene cualquier humano. Le están acorralando para que tire la toalla. Laporta está moviendo bien esas fichas periodísticas. La vergüenza es que algunos periodistas no se revelen, no contra Ronnie, sino en contra del presidente que además pretende poner y quitar directores.
Barcelona y Madrid, pues, viven un paralelismo presidencial. Nadie sabe de qué viven sus presidentes. Y si uno pretendió sacarse de encima a Raúl, el otro sueña con intentar hacer lo mismo con Ronaldinho.
Quizás, también, le salga el tiro por la culata. Ojalá.