Es vergonzoso, lamentable y hasta cruel lo que está sucediendo con Ronaldinho. Y todo bajo una campaña orquestada y dirigida por Laporta y Cía que no han asimilado desde el primer día el éxito y el triunfo del brasileño. Desde que fichó, querían y deseaban su fracaso, a pesar de la hipocresía de las palabras.
Laporta y sus cómplices, siempre dicen una cosa y actúan de otra manera. Nunca dan la cara. Ahí tienen a un estómago agradecido y desagrecido como Badía para dar consignas y que el ejército de periodistas pelotas, desaprensiv0s y/o interesados por las promociones que otorga el club a los diarios, cumplan a rajatabla lo que hay que hacer: acosar y derribar a Ronaldinho en una guerra sin cuartel.
Que iban a por el brasileño se percibió desde el primer momento de su fichaje. Ellos (Laporta, Txiki, Cruyff, Patsy...) querían la famosa Triple A (Albelda, Aimar y Ayalar) a lo que el vicepresidente deportivo de entonces se opuso radicalmente. Laporta, ante el temor que sólo ser proclamado presidente le dimitiera su vicepresidente deportivo por disconformidad con la política de fichajes y denunciara ingerencias externas en los fichajes, cedió. Y así llegaron Ronaldinho, Deco, Márquez, Edmilson, Belletti, un lateral mejor que sus sucesores y autor del gol que significó la Copa de Europa. También se incorporaron el meta Rustu y el delantero Quaresma, un excelente delantero al que Rijkaard se empeñó en ponerlo al mismo nivel que Sergio Santamaría (la última temporada en el Sant Andreu, en Tercera División).
El vicepresidente deportivo de entonces no trajo a Mario (deseo de Eusebio) y tuvo que elegir entre Valdés y Reina. Uno de los dos tenía que salir porque eran incompatibles por edad, por carácter y por otras incompatibilidades.
En la cartera de fichajes del vicepresidente tan odiado por el "laportismo" en el número tres estaba Kaká. El uno era Ronaldinho, el dos Deco y el tres Kaká, pero la débil tesorería de entonces impidió su incorporación.
Ante una política de fichajes tan exitosa y determinante, los celos, las envidias y otras causas, generaron una batalla cruel contra Ronaldinho. No hay que olvidar que Johan Cruyff en sus artículos semanales jamás reconoció las virtudes del brasileño y censuró duramente la política de fichajes brasileños. Su inseparable Patsy señalaba más los defectos que las virtudes de la nueva estrella y aún no había transcurrido año y medio que ya recomendaba su traspaso para ingresar dinero y fichar otros jugadores. Naturalmente, otros jugadores que fueran de su agrado y del entorno por él representado.
Han aguardado a unas horas bajas del brasileño para hacerle la vida imposible, para tirar a matar. Eso sí, Laporta, Soriano, Ingla y Txiki siguen sin dar nunca la cara. Para eso ya tienen a cocineros del "Drolma" (si quiere comer bien no vaya al Majestic) dispuestos a hacerles el caldo gordo a los dirigentes atacando todo lo que huele a Ronaldinho.
Es una vergüenza, una auténtica vergüenza, todo el proceso condenatorio que se está viviendo en torno al mayor ídolo que ha tenido el Barça desde la marcha de Kubala, el hombre que hizo el Camp Nou.
Los grandes ídolos del barcelonismo han sido Samitier, Kubala y llevaba camino de serlo Ronaldinho. Cruyff fue flor de un día, exprimió las arcas del club y se cargó un equipazo influyendo ante Michels y Montal para eliminar a Sotil y fichar a Neeskens. Y tras Sotil, Juan Carlos y Marcial, cargándose el mejor equipo azulgrana desde el de "les 5 Copes" (el de Kubala). Cruyff se cargó aquel equipo como años más tarde también lo hiciera con el Dream Team para colocar en la titularidad a su hijo Jordi e incluso a su yerno Angoy.
Ronaldinho, que podía ser santo y seña del barcelonismo a lo largo de varias generaciones, está siendo destruido. Y con una doble moral por parte de la directiva. Diciendo una cosa y actuando de otra manera. Han contribuído a lograr una atmósfera anti para que la afición se canse y se enfurezca con el jugador pidiendo su marcha.
Ronaldinho nunca ha dicho que quería irse. Todo lo contrario. Vive y es feliz en Barcelona y en Cataluña, pero está pagando el pecado de haber llegado en contra de la opinión de los hoy gobernantes dominantes.
Pero Roma no paga traidores y algún día les pasaran factura de esa doble moral. Y ojalá, la próxima directiva que llegue, levanten las alfombras actuales. Pueden dejar pequeño a Gaspart.