Thierry Henry, cuando tuvo que fichar, no fichó. El Arsenal no estaba por la labor y el delantero, dicho sea de paso, tampoco. Después de la final de París dijo que no podía dejar a su club en ese instante y además censuró y criticó a varios jugadores barcelonistas.
Pero del dicho al hecho transcurrió un año. Henry había tenido una pésima temporada, jugando sólo diecisiete partidos de los ochenta que disputó su club. No por falta de calidad sino porque las molestias en la zona lumbar iban en aumento, y su velocidad -su principal virtud como fubtolista- iba decreciando. Thierry ya no era/es el que era. Seguía/sigue siendo un buen jugador pero en la curva descendente.
Todos los obstáculos que años antes puso Arséne Wenger a su traspaso se convirtieron en facilidades. Wenger ya no pensaba en Henry como líder del conjunto. Su nuevo líder era/es, paradójicamente, un catalán del Barça: Cesc Fábregas.
El Barça, que dejó escapar increíblemente a Cesc, se empeñó en traer a Henry. Lo necesitaba. No para el campo. Como paraguas de la pésima temporada anterior. Y el mismo día que concluía el campeonato, que el Madrid se proclamaba campeón de Liga y de baloncesto, Laporta fichaba al delantero francés como tapadera de los éxitos del rival y de los errores propios. La gente ya tenía en quien entusiasmarse. Se vendió como el más fantástico de los fantásticos. El delantero que con el respaldo de la directiva y de Txiqui Begiristin iba a eclipsar además a Ronaldinho, Deco y Eto'o. Incluso Laporta felicitó públicamente a Soriano por su magnífica negociación. Magnífica, ¿para quién?. Evidentemente para el Arsenal.
Henry llegaba con más de treinta años, lesionado, divorciado aquelos días, y un coste total de 50 millones de euros sumando el traspaso y la ficha del jugador. Y todos contentos. El Arsenal, naturalmente, más contento. Por segunda vez en la historia, en escasos años, hacía el gran negocio con el Barça. Primero, con Gaspart en la presidencia, que pagó el oro y el moro por Overmars y Petit, en una caótica operación en la que unicamente ganaron el Arsenal, los jugadores y -supongo- los interesados en la operación.
Mientras, entre Overmars, Petit y Henry, Arséne Wenger y el Arsenal se llevaron a Cesc Fábregas por tan sólo un cambio de residencia y un millón de euros en concepto de formación.
El negocio, más redondo, imposible.
Hoy, sin embargo, hay que seguir aplaudiendo el traspaso y tener paciencia, como acaba de manifestar Laporta que, además, ha agradecido al jugador su comportamiento por jugar con el dolor que arrastra. !Sólo faltaría que con lo que ha costado y lo que cobra su comportamiento fuera reprimible!.
Horas antes que Laporta, Johan Cruyff ya había dejado escrito en El Periódico su apoyo al delantero francés. Y también su aplauso. "Aplaudo a este futbolista en la actividad y en la inactividad. En la actividad por su mentalidad de ayudar hasta ahora al equipo jugando con dolor. Y en la inactividad, por haber aguantado y parado pensando de nuevo en el equipo. Se para justo cuando sabe que va a volver Etoo. Tal y como yo lo veo -sentenciaba Cruyff-, es como si le diese el relevo. Sin casualidades. Le criticaban y estaba dando más de lo que podía. Otro se habría bajado del barco mucho antes".
¿Sin cobrar....?
De esto no habla Cruyff, el entrenador que se especializó en avalar jugadores desahuciados que cobraron sus buenos millones para tampoco jugar. ¿O acaso alguien ha olvidado los fichajes-de-cristal de Gica Hagi y Robert Prosinecki, después de fracasar en el Madrid y rotos por todas las partes....?
Ya sé que en el Real Madrid pasa lo mismo y otro día hablaremos del Madrid, de Calderón y de Mijatovic. Pero hoy, toca Barça. Y es que nos la han vuelto a meter, bien metida.