sábado, 5 de diciembre de 2009

La crónica de Diego Valor (23/XI)

Dicen que es el candidato de Laporta. Pero finalmente dudo que lo sea. No por falta de ambición, que la tiene y más. No lo será porque los restos del naufragio del laportismo no lo permitirán. Los directivos que aún perviven en el palco no lo quieren. Lo sabe él y lo sabe el presidente. Para que exista una junta continuista, pasa por dos cadáveres. Los de Sala i Martín y Joan Oliver. Con ellos, no hay continuidad. Con ellos, hay más división. Ya se lo han hecho saber a Godall los Jaume Ferrer y Albert Perrín. “Sin el payaso de colores y sin el espía, podemos ir juntos. Con el payaso y con el espía, nos vamos”.

El payaso de colores es Sala i Martin según patente del recién dimitido Joan Franquesa. Y así lo conocen y reconocen, entre ellos, los directivos/disidentes que ponen cara de unidad pero que están como estaban hace dos meses Imanol Arias y Pastora Vega. Vendiendo unidad, pero con los papeles en el abogado.

La unidad, pues, que pregonan Laporta/Sala i Martin/Godall es más falsa que la versión dada por Joan Oliver cuando se refirió a las “auditorias de seguridad”. Y es que entre mentirosos anda el juego.

Lo que quieren Laporta y/o Oliver es tener un monigote en la presidencia y seguir haciendo a su antojo los que les viene en ganas. Es decir: hacer lo mismo que un desaparecido gerente blaugrana, Joan Gich Bech de Careda, pretendió hacer con la directiva de Agustí Montal i Costa cuando ganaron las elecciones a Pedro Baret y llegaron a Can Barça: “Vosotros lo único que tenéis que hacer es ir al palco los domingos a fumaros un puro sin preocuparos de nada más. El resto lo hago yo”.

Quiero hacer una puntualización. Entre Joan Gich que gobernó el Barça varios años sin ser presidente y Joan Oliver me quedó con Gich. Al menos era culto de cultura y entre sus pecados no estaba el espionaje. Lo que tenía que decir lo decía, de ahí su famosa frase antes reseñada.

Joan Oliver es de otra pasta. Del que un día hablaré.

Hoy lo que quiero hacer es escribir de su protegido, que además lo es del presidente: Xavier Sala i Martin, al que un día bauticé como “el chaquetas”.

Vaya por delante que hasta hace unos años sentía una cierta simpatía e incluso un cierto interés por su figura. No por sus chaquetas y corbatas de color que encarga a un sastre de Bombay y le envían puntualmente, en un acto de gran patriotismo. Decía que me atraía. Y lo leía. Hasta que dejé de leerlo. Y menos de escucharlo. Soy masoca pero no tanto. Reconozco buena parte de sus virtudes y de sus conocimientos (no deportivos), pero no soy un Sostres cualquiera como para llegar a decir (y escribir) que “És d´una intel.ligència tan potent que et fa sentir petit, amb tics i bastant subnormal. Serà candidat a la presidencia del Barça. Si guanya, esdevindrà el president més capaç, preparat i brillant que el fútbol hagi tingut mai”. Y aceptar, complacido, preguntas como “Vostè és massa intel.ligent per ser president del Barça”. Con una “corte” como ésta, que la tiene tanto entre los papeles no gratuitos como en los púlpitos radiofónicos, no me extraña que se le hayan subido los humos a la cabeza y descubra, como sus patrocinadores (Oliver/Laporta y sostres de turno), que el Barcelona es más importante que la Generalitat…mientras no se acceda a la plaça Santa Jaume.

A mí, personalmente, Xavier Sala i Martin, después de leer lo que escribe y de leer lo que dice, me parece un bluf total. Otro engañabaldosas. Un ser que sueña con llamar la atención. Que intenta venderse continuamente. Que intenta ser otro “laporta de colores”. Que aspira al palco del Camp Nou más que en su día aspiró a la cátedra de economía de la Universidad de Columbia.

De entrada, a mí, los economistas no me impactan. Y menos después de la crisis a la que nos han llevado con los banqueros. No conozco ningún economista, Sala i Martin incluido, que nos avisaran que nos resguardáramos de nuestros cuatro duros y muchas hipotecas que venían malos tiempos.

Los economistas son como los trileros que hay frente al Corte Inglés de Plaça de Catalunya. Con una diferencia, que prefiero que me quiten los cuatro euros ellos que los bendecidos por Harvard.

Antes de que Sala i Martin llegara al reino de los números del Barça, he conocido otros muchos barcelonistas que han dominado las cuentas sin necesidad de utilizar chaquetas de colores ni trasnochar, de la mano del presi, del Luz de Gas al Sutton y del Sutton al Luz de Gas. Y si se tercia, un Bikini por en medio. Los he conocido, a los economistas, sabios y serios, como Jaume Gil Alujas, durante diez años presidente de la Comisión Económica del Barça, con Josep Lluís Núñez de presidente y nadie (del pueblo) conoce todavía su cara y menos su vestimenta. Los he conocido, sabios y cachondos, como Fabiá Estapé, ex directivo con Miró-Sans y Juliá de Capmany y durante diez años en la junta de cuentas del Barça, padre de toda una generación de economistas, capaz de cantarle las cuarenta al propio Franco en la cara, después de habérselas cantado a Miró-Sans, el presidente que levantó el Camp Nou pero que dejó un agujero económico que Llaudet necesitó casi una década para corregir los gastos del Estadio y los que no eran del campo. “Cuando me hice cargo de la presidencia –le contó Llaudet al escritor José María Gironella- contaba con la deuda millonaria que había originado la construcción del campo, pero mi sorpresa fue al abrir los cajones y encontrarme con facturas millonarias que nada tenían que ver con las obras”.

El Barça siempre ha sido una caja de sorpresas. No en el césped, sino en sus interiores. Siempre ha habido otra historia que la que nos han contado. Casi siempre relacionada con ese mundo mágico de los números que tanto dominan “los sala i martin (y oliver) de turno”, sólo pendientes de hacer vivir a los presidentes los mejores años de sus vidas.

A Xavier Sala i Martin, “el laporta de colores” le gustaría ahora suceder a su amigo presidente. Tiene toda la bendición de quien actualmente mueve los hilos del club, el gran cliente de Método-3. Pero sabe Sala i Martin que los socios, desengañados con los economistas y con los banqueros (la mayoría) no le van a votar. Ni tan sólo sus actuales compañeros de junta, que le han puesto la proa. No le quieren ni de segundo de Godall, otro que no se entera de la misa la mitad, aunque de fútbol sabe algo más que el vendedor de colores. Claro que para saber algo más de fútbol que el de Cabrera de Mar, no hace falta ser profesor, ni de Columbia ni del Raval.

Por cierto, ya que cito el Raval, invito a Sala i Martin a que venga a las Ramblas, siempre repleta de colores, donde está la redacción de “Gol” y le demuestre a Dalmau Codina quién pone la pasta de este semanario. Si es cierto que el propietario es quién usted va diciendo sin que se le caiga la cara de vergüenza.

Si baja a las Ramblas le enseñaré tres cosas: a) las Ramblas, porque tengo la sensación de que su patriotismo no le permite traspasar la Diagonal; b) los hipotecados con “Gol” y c), parte de la historia del Barça, el club que luce en el palco pero desconoce en sus valores. De entrada, le regalaremos el último libro barcelonista que ha salido a la venta. El de Agustí Montal : “Memories d´un president blaugrana en temps difícils”. Vale la pena que lo lea. Y sabrá lo qué ha sido, no como ahora, presidir el Barça: “En aquells temps jo rebia moltíssimes amenaces de mort. Una d´elles, potser la pitjor que recordo, la van enviar a casa del meu germa Enric. Era una bala i una nota que deia: “una igual que esta le meteremos en la cabeza a tu hermano durante el próximo partido”.

Y Agustí Montal i Costa siguió haciendo barcelonismo y patriotismo de verdad, no barcelonismo de humo, olores, colores y mentiras como el que practica quién ha vuelto a dividir a los supervivientes del laportismo.

Y es que a Xavi Sala i Martin, que un día confesó no gustarle el fútbol, aún no descarto verle en el Sálvame junto a Belén Esteban y la Karmele Marchante en la tribu de Jorge Javier Vázquez.

El caso es llamar la atención. Cómo sea y de lo que sea.