domingo, 17 de octubre de 2010

Una buena noticia.

Dice un colega que el resultado de la Asamblea ha sido una mala noticia para el barcelonismo. Yo pienso todo lo contrario. Desenmascarar a cuentistas/mentirosos/vividores/golfos es una buena (gran) noticia para el barcelonismo. ¿Cómo se puede defender a quien ha "saqueado" el club? ¿Cómo es posible que periodistas, unos con nombre y prestigio, otros con nombre pero sin reputación puedan defender lo indefensible? ¿Y cómo se puede acusar a un presidente, en este caso Sandro Rosell, por absternerse en la votación? Increíble. Esos mismos que le censuran por su voto en blanco lo habrían hecho de tomar postura.

Hay quien todavía no ha asimilado el "efecto Rosell". Hay quie, todavía, le parece imposible que un socio, con el único apoyo del socio (sin prensa) haya ganado unas elecciones. A esos gurús de las letras y las ondas, todo lo que no sea manipulado por ellos, les parece rechazable.

Prefiero no hablar de algunos ex directivos, porque me parece tan o más lamentable todavía. Siento un especial aprecio por Albert Perrín, por su constante barcelonismo, pero creo que demuestra un rencor, un mal estilo, al acusar a Rosell de "cobarde" y de lavarse las manos como Pilatos. Ni es cobarde, como lo ha demostrado, ni se ha lavado las manos, Y menos todavía de dividir al barcelonismo. Los que lo dividen son los que no aceptan el veredicto de los socios compromisarios (por cierto, designados por la junta anterior) y los que llevan veinticinco años -!! 25 años!!- dividiendo a todo el mundo. Que se lo pregunten a Núñez, por ejemplo.

Los condenados por la Asamblea, lo primero que tienen que aclarar y demostrar es en qué y cómo se han gastado los dineros del club. Hasta que no lo demuestren, callados/calladitos, no vaya a ser que los socios (compromisarios o no) quieran saber más y preguntar más sobre los mejores años "de las vidas de algunos".

A veces, las malas noticias son buenas noticias. Que a uno le guinden en su casa es una mala noticia, pero que descubran a los autores no deja de ser un consuelo.